Luis Carlos Peris

Así, ni siquiera con Kanoute

desde mi córner

El Sevilla alarga alarmantemente una racha nefasta no por falta de actitud sino de claridad de ideas y remate

15 de enero 2012 - 01:00

TENÍAMOS en esta jornada doble duelo con los equipos de Barcelona y viendo el panorama, el pesimismo se enseñorea de nuestro ánimo en cuando al balance que vaya a registrarse así que nos acerquemos a la medianoche. Lo más probable es que cuando a esa hora finalice el Barça-Betis, el fútbol según Sevilla tendrá pocos motivos para la celebración, pero esperemos, que en fútbol nada es imposible. Por lo pronto, la velada de ayer fue de una frustración más para un sevillismo que veía cómo su equipo recitaba un más de lo mismo aun con una novedad, la de que si el portero del Espanyol se queda en casetas, nada habría cambiado.

El equipo que todavía maneja Marcelino García salió como el miércoles ante el Valencia, como desbocado y con un dinamismo y agresividad considerables. Jesús Navas le formaba un lío a Dídac, Medel y Trochowski se adueñaban de la zona ancha y Reyes, entre líneas, asistía una y otra vez a un Negredo muy desafortunado. Parece el vallecano como un alma en pena por la cancha, como si no estuviera a gusto, pues pareció incomprensible que errase en unos controles que están en el capítulo de sus virtudes más destacadas. Era un buen Sevilla, pero sin gol y sin ocasiones de gol, y eso que en ese primer tiempo no estuvo la zaga catalana a buena altura.

Tras el descanso apeló Marcelino a Kanoute en vez de Negredo, al poco Perotti por Manu y muy pronto entró Rakitic por Trochowski. Nada que hacer, pues el Espanyol había mejorado de forma notable y el Sevilla no mejoró con los relevos. Es más, el partido entró en una dinámica en que estuvo más cerca un gol visitante, aunque también daba el juego la impresión de que ni siquiera jugando horas y horas tendría trabajo el hombre del electrónico. Al cabo, un empate a cero que sabe rayos y que alarga alarmantemente una racha muy negativa, tan negativa que no se recuerda nada igual en el Sevilla de la contemporaneidad. ¿La culpa? Del maestro armero, señor.

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