De los sueños, a rezar lo que se sepa

Del bache que parecía atravesar el Betis se pasó a un socavón de temibles consecuencias

22 de noviembre 2017 - 02:31

Parecía, daba la impresión, de que el Betis estaba atravesando un bache que arrancó aquella malhadada tarde en que el Valencia lo laminó, pero en la lóbrega noche de Ipurúa se confirmó que no era bache sino profundo socavón. Y con todo esto da también la impresión de que ha sufrido un profundo bocado el crédito de su entrenador, de ese entrenador que concibe el fútbol como si en vez de una disputa fuese una de las más bellas artes.

Lo peor que acarrea la infame imagen del Betis, por siempre y para siempre Real Betis Balompié, es el baño frustrante tras creer ver un tiempo nuevo, un tiempo que nos retrotraía a cuando un balear ceñudo y con bigote manejaba la barca. Con su retorno, el beticismo se vino arriba y creyó a pies juntillas en lo que predicaba el nuevo inquilino del púlpito heliopolitano. Los fichajes respondían, el equipo jugaba bien, ganaba con frecuencia y miel sobre hojuelas, pero...

La filosofía de Setién encajaba y en el Bernabéu tocaba el bético la gloria con ambas manos. Además, Heliópolis parecía inexpugnable hasta que llegó el Valencia y aquello de los diez goles encajados en sólo dos partidos ya empezó a oler mal. La locura de Anoeta dejó un sabor demasiado agridulce, pero lo peor estaba por llegar. Lo peor de este curso y de algunos cursos más sucedía antier noche ante 4.000 espectadores y vamos a ver cuándo cicatriza esa herida.

De siempre he sostenido que el peor entrenador sabe de fútbol más que el mejor periodista, pero el actual entrenador del Betis hace unas cositas... Cada convocatoria sólo es el preludio de una alineación no sólo discutible, sino que roza el concepto de tocapelotas que se le adjudica a personas así. Individuos aparte, lo colectivo falla en lo que nunca debe fallar, en su cimentación, en su sistema defensivo. Con el que defiende la meta del Betis procede rezar cuanto se sepa.

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