Pilar Cernuda

La templanza de Rajoy

las claves

Cuestión de carácter. La actitud del presidente mantiene unidos y protegidos de las críticas a los ministros El líder del PP no considera prioritario mostrarse más cercano sino salir de la crisis

22 de abril 2013 - 01:00

SU forma de actuar y reaccionar ante las dificultades exaspera a millones de españoles que le han votado, no sólo a la oposición. Por exasperar, Rajoy exaspera a un buen número de dirigentes de su partido, que no ocultan su desazón ante la falta de iniciativa del presidente del Gobierno en momentos complicados que exigirían decisiones casi inmediatas. Unos achacan esa tranquilidad a su carácter gallego, como si todos se comportaran con esa misma falta de nervio. Otros en cambio, los que le conocen más, no se sorprenden: Mariano Rajoy, dicen, siempre ha sido así. Siempre. Y no le ha ido mal en la vida ni en la política.

Una de las personas que forman parte del equipo de Rajoy y habla con frecuencia con el presidente piensa que hace lo que tiene que hacer. No comparte la idea de que debería mostrar más energía ante cuestiones que deben resolverse con carácter de urgencia ni piensa que tendría que hacer un esfuerzo para potenciar su imagen de hombre que toma decisiones, que se "moja". Al contrario, está convencido de que "con la que está cayendo, hace falta la templanza de Rajoy".

Templanza. Una de las virtudes cardinales junto a prudencia, justicia y fortaleza. La templanza de Rajoy, añade se colaborador, le aleja del estrés que producen las responsabilidades políticas, más aún en tiempos de crisis. Rajoy sabe qué se piensa de él en la calle, la decepción que ha provocado en un importante porcentaje de votantes, hasta qué punto son sinceras las críticas de periodistas que le apoyaron sin fisuras, porque creían en él, cuando era líder de la oposición. Pero él cree que hace lo que debe hacer y no hará ni una sola concesión a la galería. Ni una. Y no se puede añadir "… aunque le cueste perder las próximas elecciones", porque está convencido de que las puede ganar, no por el deterioro del PSOE sino porque piensa que cuando se acerque la fecha los españoles habrán comprendido que no se equivocaba al tomar decisiones tan duras.

Inició su mandato con un programa que a los dos días comprendió que no podía cumplir. Fue cuando conoció la cifra auténtica del déficit, y ya en las primeras semanas se marcó dos objetivos: uno, evitar el rescate; dos, superar la crisis en 2013. Ha evitado lo primero se le resiste lo segundo. Sin embargo, trabaja con todo su empeño para que así sea y sin que se le note el menor signo de debilidad, de tensión, de nerviosismo. La templanza.

Se apoya en tres nombres, tres pilares. El primero, Soraya Sáenz de Santamaría, a la que ha encargado la coordinación del Gobierno y que cumple con creces la tarea impuesta; María Dolores de Cospedal, a la que encargó la dirección del partido y hacia la que ha habido críticas, pero que en las últimas semanas trabaja más de 24 horas al día para demostrar que puede ordenar esa complicadísima casa y además estar en el día a día del Gobierno manchego; y Luis de Guindos, al que no nombró vicepresidente económico pero que es la persona encargada de algo clave para Rajoy: convencer a las autoridades europeas de que las políticas económicas españolas son las adecuadas para superar la crisis. Al no haber vicepresidente económico Rajoy preside la comisión delegada, con la ayuda de Álvaro Nadal, otro de los nombres clave de su equipo, como lo es la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro, en la que Rajoy confía plenamente y a la que apoya sin fisuras.

Es una de las características de Rajoy: demostrar a su gente que confía en ellos. Cuentan los ministros que independientemente de la interlocución con la vicepresidenta, es habitual que el presidente llame y pregunte por sus proyectos. En las reuniones del Consejo de Ministros pide opinión sobre las iniciativas más polémicas y en caso de duda siempre se inclina por dar la razón al responsable de presentarla, que es quien la ha preparado. Eso provoca que los ministros se sientan respaldados, seguros, y aunque ha habido los roces habituales entre gente que trabaja en un mismo proyecto -algunos de ellos han trascendido a los medios- cuentan quienes han formado parte de los gobiernos de Aznar que nunca habían conocido un equipo tan unido. Con toda seguridad, porque si no fuera así, el barco se hundiría de forma irremediable. Desde la posguerra no se recuerdan tiempos tan duros para los españoles y sólo se superarán si el Gobierno acierta en sus resoluciones, en sus propuestas.

Es precisamente esa idea, cuentan quienes conocen bien a Rajoy y le siguen tratando con frecuencia -un privilegio, porque al contrario de lo que han hecho todos sus antecesores este presidente no se reúne con periodistas para adelantarles y explicarles sus proyectos-, la que provoca que se le vea como ajeno a comentarios y críticas, como si le resbalasen. Lo que perciben quienes hablan con él es que pretende superar la situación aunque le lanceen desde todas partes acusándole de no mostrar más energía ante la crisis económica y los problemas internos de su partido. No piensa dedicar ni un segundo a analizar cuestiones que considera menores aunque desde muy distintos sectores le pidan o incluso le exijan que se pronuncie, que tome alguna decisión.

Respecto a Bárcenas, por ejemplo, o respecto al acoso que sufre la gente de su partido, o respecto a las acusaciones de corrupción, o respecto a algunas declaraciones de autoridades económicas y monetarias internacionales que ponen en cuestión la eficacia de las medidas que toma su Gobierno. Recurre a su capacidad de situarse au dessus de la melée, de distanciarse para ver con más perspectiva los problemas . Y no interviene a no ser que llegue a la conclusión de que se agravaría si no se corta de inmediato. Decía uno de sus ministros que "si no tuviera ese carácter, ese temple, nos habríamos vuelto todos locos ante los palos que recibimos a diario".

¿Nadie le replica, nadie le plantea que a lo mejor se equivoca? Hay coincidencia en señalar que Pedro Arriola, su asesor áulico además de sociólogo de cabecera, con frecuencia hace el papel de "poli malo". Por ejemplo, en los últimos tiempos ha puesto en cuestión que vuelva a ganar las elecciones si no hace el esfuerzo de mostrarse más cercano, de dar más explicaciones. Rajoy no contesta y tampoco cambia de comportamiento, probablemente porque en este momento ve muy lejos esas elecciones y su prioridad es que no haya cambios respecto al rescate europeo y que se cumpla su objetivo de que el 2013 sea el último año de crisis aguda. Para todo lo demás, templanza.

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