La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La vida como negocio y capricho

Lo malo antiguo vuelve como bondad moderna gracias a una ciencia que no desdeña el beneficio

El informe del Instituto de Medicina Legal de Burgos dijo de esta señora: "A lo largo de su vida ha mostrado un patrón de personalidad suspicaz, con desconfianza hacia las personas, pensamiento autorreferencial con ideas de perjuicio y aislamiento social. Tal es así, que se encuentra incapacitada laboralmente por un trastorno paranoide de la personalidad y dificultad para el funcionamiento socio-laboral… Impresiona su planteamiento de maternidad firme, más relacionado con su capacidad biológica para gestar que con su competencia para el ejercicio del rol parental". En la sentencia, dictada cuando le retiraron la custodia de su hija, se decía que la menor sufría aislamiento por el comportamiento asocial de la madre, hasta el extremo de negarse a escolarizarla, y que vivía sin las condiciones higiénicas mínimas.

Ahora, esta señora es madre de unos mellizos a los 64 años gracias a un proceso de fecundación en una clínica estadounidense. De la irracionalidad o irresponsabilidad de "los hijos que Dios mande" hemos basculado a la irracionalidad o irresponsabilidad de "los hijos que la ciencia traiga" cuando yo quiera y como yo quiera, aunque ni yo ni mis circunstancias sean las apropiadas. Siempre que pueda pagarse, claro; porque todo, hasta la vida, es negocio. En este caso y de otras malformaciones de la modernidad, como los vientres de alquiler, la ciencia se pone al servicio del retroceso ético.

Suena hoy raro y hasta ofensivo -salvo en los casos de necesidad, antes de que existieran las leches sustitutivas- que las mujeres pudientes pagaran a las necesitadas para que amantaran a sus hijos. Sin embargo no suena raro ni ofensivo, sino moderno y progresista, que quien pueda pagarlo utilice el cuerpo de la mujer como un receptáculo alquilado (subrogado, según la corrección política).

Igualmente antigua -nos retrotraería a los tiempos de El abuelo de Galdós- es la obsesión por la perpetuación biológica, por tener un descendiente de la misma sangre aunque sea en un vientre alquilado, existiendo miles de niños necesitados de adopción y matándose diariamente miles de fetos. Lo malo antiguo vuelve como bondad moderna gracias a una ciencia que no desdeña el beneficio. El cuerpo de la mujer es utilizado por otros, muchas veces a cambio de dinero, y la relación biológica -"mi sangre"- se considera superior a la afectiva de la adopción. Antiguo, ¿no?

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