Rito flamenco en Fuente de Piedra
Más de 400 voluntarios anillan a alrededor de 600 pollos para su seguimiento tras la migración Este año nacieron unas 6.000 crías en la Laguna
Cuatro de la mañana, noche cerrada en Fuente de Piedra, aunque ayer esta pequeña localidad de la comarca de Antequera registraba un ajetreo nada habitual para este tranquilo municipio. A esa hora, los más de 400 voluntarios que participaron en el anillamiento de los flamencos nacidos este año, se dirigían hacia la zona establecida para tomar el desayuno, compuesto por café, leche y un par de magdalenas.
Cumplido el tiempo establecido para coger fuerzas, los diferentes grupos que se habían establecido la tarde anterior se dirigen hacia sus puntos de encuentro y desde allí ponían rumbo al interior de la Laguna, un humedal protegido que este año alberga a unas 7.000 parejas de flamencos, que han criado unos 6.000 pollos. Entre ellos, como novedad este año, se han podido localizar tres parejas de flamenco enano, que también se han reproducido en la reserva malagueña.
Este año la misión de los diferentes grupos era rodear a un mínimo de 600 pollos de flamenco, para lo que antes de amanecer los integrantes de los distintos equipos se habían ido deslizando hacia el interior de la laguna, esta año con muy poco nivel de agua y con un avanzado proceso de salinización, lo que ofrecía una imagen blanca del suelo que en los últimos años no se había visto durante el anillamiento.
En absoluto silencio, colocados alrededor de la isla en la que han anidado los flamencos este año, los voluntarios esperaron a los primeros rayos del sol para iniciar el avance y comenzar a ir dirigiendo a los pollos de flamenco hacia el corral, con una distancia máxima de tres metros entre ellos. Es la única forma de evitar que al sentirse empujados hacia una determinada zona puedan escapar. Los peculiares pastores de este especial rebaño llevaba una caña a modo de garrote, que también utilizan para cortar el paso a los polluelos, que todavía no son capaces de volar. Algo que sí hicieron los mayores, dejando espectaculares imágenes sobre el cielo rojizo del amanecer.
Logrado del objetivo de cortar el número suficientes de pollos, tocaba ir cerrando el cerco para llevarlos hasta la zona habilitada en una de las orillas de la laguna para proceder a realizar los controles de sangre, peso, medidas y la colocación de la correspondiente anilla, lo que permitirá a los investigadores de todo el mundo el poder seguir a estos ejemplares allá por donde vayan y conocer cuándo y dónde nacieron, además de sus características morfológicas.
Precisamente, este control también permite el detectar los ejemplares que se encuentran enfermos, que son llevados al hospital y son sometidos a diferentes tratamientos para intentar su recuperación. Allí, en la misma laguna, reciben los primeros cuidados por parte de los veterinarios y son sometidos a aislamiento, proporcionándole en algunos casos complementos alimenticios para paliar la situación en la que fueron encontrados.
Una vez realizado el control individual de cada ejemplar, los voluntarios proceden nuevamente a realizar su suelta. Sobre las diez de la mañana, antes de que las temperaturas subiesen en exceso, el trabajo se daba por concluido y se cumplía con el ritual de soltar a los pollos que habían sobrado y que se encontraban en el interior del corral de captura. Un momento que los voluntarios aprovechan para formar dos cordones humanos en los laterales de la puerta de salida y, de paso, vivir un emocionante momento tras la intensa jornada de trabajo que han protagonizado. Es su particular momento de gloria, en el que aprovechan para tomar imágenes del grupo de flamencos, todavía con el color gris que les descubre como ejemplares jóvenes.
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