Andalucía

El hombre que no parecía del PP

Hoy tendría que estar en Fregenal de la Sierra (Badajoz) al frente del negocio familiar de pasteles, dirigiendo el proceso de elaboración de los piononos, corazones de obispo, bizcochos rellenos y roscos de hojaldres. Era el mayor de cinco hermanos, llamado como primogénito a mantener viva una firma con solera: el comercio y la fábrica de turrones y dulces Hijos de Manuel Risco. Juan Ignacio Zoido (Montellano, Sevilla, 1951) es bisnieto del fundador de un establecimiento al que Alfonso XII concedió el título de proveedor de la Real Casa. Pero la muerte prematura de su padre lo cambia todo. Zoido tenía tan sólo 12 años. La familia decide entonces que estudie. Y ahí empieza una nueva vida, una nueva hoja de ruta. Del obrador donde ya había comenzado a trabajar en verano, a las aulas del colegio. De la facultad al régimen severo del opositor. Con 25 años es un jovencísimo juez que se estrena como tal en Lanzarote.

La vida del nuevo presidente del Partido Popular andaluz está marcada por la precocidad, por lo prematuro, como si los hechos le obligasen a hacerlo todo pronto, a adecuarse con rapidez a nuevas circunstancias. Zoido perdió a su padre pronto. Tuvo que hacer la mili pronto porque al cartero se le olvidó cursar la petición de prórroga. Aprobó las oposiciones pronto. Se casó pronto. Fue juez decano de Sevilla pronto, en 1992. Dejó la toga pronto. Y tuvo que hacer frente a la mayor desgracia que puede sufrir un ser humano: la muerte de un hijo. El 12 de octubre de 2003 falleció en accidente de tráfico José María Zoido Alcázar, segundo hijo del matrimonio. A partir de entonces no existe la palabra problema para este juez consagrado al mundo de la política. "Existen circunstancias, pero problemas… Los problemas son otra cosa".

En los años de facultad conoció a Javier Arenas, su padrino en la política. Y recibió clases de los catedráticos Manuel Clavero, ministro para las Regiones; Manuel Olivencia, hoy Hijo Adoptivo de Sevilla, y Jaime García Añoveros, ministro de Hacienda. También esos años conoció a una generación de jóvenes profesores que con los años darían muchos titulares de prensa: Felipe González, José Rodríguez de la Borbolla, Manuel Chaves, etcétera.

Como juez decano comenzó la forja del político al estar en contacto permanente con dirigentes del PSOE y del PP por razones del cargo. Margarita Mariscal de Gante, primera ministra de Justicia de Aznar, lo hace director general con galones de mando sobre 25.000 funcionarios y asumiendo la relación directa con la Audiencia Nacional, el Tribunal Supremo y la Fiscalía General del Estado. Son los años del AVE de cada lunes de Sevilla a Madrid a las seis y media de la mañana. La aprobación de la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil se celebró en los despachos del ministerio con jamón extremeño y pasteles del obrador familiar, todo traído directamente de Fregenal de la Sierra con incidencia incluida en el escáner de seguridad de los guardias civiles, que sospechaban del cuchillo jamonero que formaba parte del envío urgente.

En el segundo mandato de Aznar fue delegado del gobierno en Castilla-La Mancha y después en Andalucía. En Toledo tuvo que bregar con José Bono por los roces protocolarios. El presidente manchego lo invitó un día a cenar a su casa y le sirvió un champán del que desveló vanidosamente su origen: "Me lo han regalado las Koplowitz".

El mediodía electoral del 13 de marzo de 2004 acude a la estación de tren de Santa Justa a despedir a Javier Arenas: "Juan Ignacio, esto está muy mal. Hoy no nos va a ir bien". El PP perdió el Gobierno. Zoido se vincula a Arenas en la dirección del partido en Andalucía. Le toca ser secretario general después de que sólo llevaba una semana como militante. Otra vez la precocidad marcando su vida. Esos años le corresponde pilotar la renovación de las estructuras provinciales y apagar los continuos 'fuegos' de Almería. Arenas lo manda en 2007 a luchar por la Alcaldía de Sevilla. En menos de un año tuvo que forjarse como candidato a unas municipales. Ganó en votos, pero quedó orillado del poder. Tuvo un nuevo hijo, Fernandito, que ha salido ya en varios telediarios al subir al escenario de los grandes mítines. Le dijo a Rajoy que se quedaba en la oposición, se empapó de los barrios durante cuatro años y logró una victoria que le convirtió en el referente municipalista del PP.

Católico que exhibe su fe, se siente orgullo de pertenecer a la Iglesia. "Sin sus valores, yo no podría vivir". También de la Iglesia debe haber aprendido que hay asuntos (listas electorales, nombramientos…) que deben tramitarse con lentitud y en secreto para angustia de sus allegados… Lo que ya se conoce como el estilo Zoido. Nazareno de Viernes Santo, sevillista, amante de los dulces y de la melva canutera, populista hasta no parecer un político del PP, como le dijeron una vez en Cádiz; se conforma con pocas horas de sueño y desespera a sus colaboradores tanto por su ritmo de trabajo como por la obsesión por pararse con cada vecino por la calle. El pasado marzo le espetó con desconfianza una señora que lo conocía de sus innumerables visitas a los barrios más alejados del centro: "Ya no te acordarás de mí, como ya eres alcalde…". Y Zoido le respondió: "Cómo no me voy a acordar de aquellas ratas junto a los jamones, señora, cómo no me voy a acordar…"

Zoido es un político que forja sus equipos en silencio, sin hacer ruido. Poco a poco desmonta las estructuras que se encuentra hasta hacerlas a su imagen y semejanza. Es una liturgia que practica con una sola condición: "Hay que arar con los bueyes que uno tiene, no con los que uno quiere comprar". El ahijado de Arenas ya ocupa el lugar de su padrino. Ahora tiene que seguir arando. Y aunque diga que su obsesión es Sevilla, se guarda para sí que su referente íntimo es Fregenal de la Sierra, donde aprendió a madrugar para llegar el primero al obrador y encender los hornos. Porque su tía, a falta de padre, le dio la clave para no perder el tiempo en la vida: "Los hornos tienen que estar ya calientes para cuando lleguen los trabajadores".

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