Un obispo sin miedo a la polémica
El prelado cordobés atesora una trayectoria en la que destacan sus opiniones sobre diversos asuntos de actualidad, sin temer enfrentarse a una buena parte de la sociedad que piensa de forma muy distinta
El revuelo formado por el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, con sus recientes declaraciones sobre que "la Unesco tiene programados para los próximos 20 años hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual", no es nada nuevo en la carrera de este prelado. Ya se estrenó en Córdoba el mismo día de su toma de posesión, el 20 de marzo pasado, cuando en los primeros párrafos de su homilía anunció que iba a hacer "un paréntesis" para afirmar "con claridad que no es posible el uso compartido de la Catedral de Córdoba, porque ni lo consiente la religión musulmana ni cabe en la verdad de la religión cristiana".
Esta tendencia no es en absoluto nueva en el periodo cordobés de este obispo, puesto que en su anterior destino, en la pequeña Diócesis de Tarazona, logró trascender más de una vez los límites de la misma con posicionamientos sobre cuestiones de actualidad que alcanzaron con facilidad la notoriedad nacional. Una característica de Fernández es que va directamente al grano y el mensaje que quiere trasladar lo ofrece desnudo de artificios para que no exista duda alguna en su interpretación. Huye de las fórmulas retóricas a la hora de posicionarse y busca que todo el mundo le entienda. Así ocurrió cuando hace años surgió el debate sobre Educación para la Ciudadanía. El entonces obispo aragonés señaló directamente esta asignatura como una "religión sin Dios", recurriendo al concepto desarrollado por el obispo norteamericano Fulton J. Sheen en un libro del mismo título.
Si éste fue uno de los primeros capítulos, el último ha sido el de los homosexuales y la Unesco. Ocurrió el pasado 26 de diciembre en la homilía de la misa celebrada en la Catedral cordobesa en la celebración de la Sagrada Familia. En el transcurso de la misma soltó el comentario que le hizo "hace pocos días en Zaragoza" el cardenal Ennio Antonelli, que es el presidente del Consejo Pontificio para la Familia.
Demetrio Fernández lo soltó tal cual, sin hacer ningún tipo de valoración, lo que ha levantado algunas críticas en el seno de la Iglesia cordobesa. El motivo no es otro que el dato así contado no entra en contradicción con la doctrina de la Iglesia, sobre todo después de la promulgación del último catecismo, donde se afirma que "se evitará, respecto a ellos, todo tipo de discriminación injusta". Es más, en el libro Luz del Mundo, recientemente editado y que consiste en una entrevista del periodista alemán Peter Seewald a Benedicto XVI, se aborda el tema de la homosexualidad. El Pontífice no deja duda al afirmar que "una cosa es que sean personas con sus problemas y alegrías; que, como seres humanos, aun teniendo en sí esa inclinación, merezcan respeto y no deban ser postergados por ese motivo".
¿Dónde está, entonces, el problema? En la sexualidad, puesto que la Iglesia sólo la entiende en "llevar al hombre y a la mujer uno hacia otro y, de este modo, dar a la humanidad descendencia, hijos, futuro", en palabras de Benedicto XVI. Todo lo que no se circunscriba a esto está fuera de lo permitido, ya sea desde la práctica homosexual como desde la heterosexual, lógicamente.
Los prejuicios de Fernández contra este colectivo contrastan con una opinión suya de 2006, cuando firmó el escrito Dios ama también a los homosexuales, en el que aseguró que en el seno de la Iglesia "no hay personas de primera y personas de segunda".
La personalidad del nuevo obispo de Córdoba, que no ha cumplido aún un año en el cargo, es manifiesta desde su llegada a la Diócesis. Ese día resucitó un debate que había estado activo unos años atrás, pero que en ese momento no preocupaba a nadie y prácticamente se daba por cerrado.
La Junta Islámica, uno de los 11 colectivos musulmanes registrados en la provincia de Córdoba, inició en 2006 una campaña para reclamar el rezo compartido en la Mezquita-Catedral. Esta iniciativa, que no encontró respaldo alguno en los otros grupos musulmanes, sí tuvo en cambio amplia difusión mediática. El presidente de la Junta Islámica, Mansur Escudero, fallecido el pasado mes de septiembre, fue el que capitaneó la reclamación que incluyó una oración en una de las puertas del monumento, logrando una fotografía que fue ampliamente difundida. Escudero llegó a realizar algunas gestiones ante la Santa Sede y escribió una carta a Benedicto XVI en la que le trasladaba su petición.
La respuesta vino del entonces obispo de Córdoba, Juan José Asenjo, quien emitió una nota con siete puntos en la que se desestimaba su reclamación. A partir de este escrito se calmaron los ánimos y durante cuatro años se aparcó el asunto hasta que lo reavivó Demetrio Fernández en su llegada a la Diócesis cordobesa. Por ser su toma de posesión, la ceremonia tenía un carácter que iba más allá de lo meramente religioso, y en las primeras filas estaban las autoridades civiles y los representantes de casi todas las instituciones cordobesas. A todos ellos, además de los miles de fieles que se repartían por las naves del templo, dejó claro que el que musulmanes y católicos compartiesen un mismo lugar de oración "no contribuiría a la pacífica convivencia de unos y otros, y sembraría la confusión propia de un relativismo que no distingue la identidad y la diferencia de cada uno". Así de claro.
Pero el prelado cordobés no se quedó en una defensa de lo propio, sino que fue más allá. Unas frases más adelante, después de reclamar que "cristianos y musulmanes colaboren juntos en la paz del mundo", pidió el respeto mutuo "en la convivencia", tanto en los países de tradición cristiana, "como recíprocamente en los países de régimen musulmán, en algunos de los cuales todavía hoy se persigue y se elimina a los cristianos".
Como se ve, Demetrio Fernández está a la que salta. Cualquier oportunidad es buena para expresar su opinión. Lo mismo aborda un asunto de actualidad que hace crítica cinematográfica. Cuando se estrenó en 2007 una película dirigida por Ray Loriga que recreaba la vida de Santa Teresa de Jesús, el entonces obispo de Tarazona escribió sobre la misma para denunciar que "lo curioso es que quienes hacen estas propuestas descabelladas suelen acusar a la Iglesia de estar obsesionada con el sexo y resulta que ellos ven sexo por todas partes; ven sexo hasta donde no lo hay".
Cuando se suprimieron los capellanes de los hospitales, Demetrio Fernández no dudó en saltar al ruedo para defender a estos sacerdotes que "no aprovechan la situación del enfermo para hacer proselitismo", sino que "hacen más digna la vida y la muerte" del paciente, porque "el capellán del hospital nunca estorba".
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