OBITUARIO

Rojo y esteta

  • El catedrático de Estética jubilado recuerda los inicios como profesor de Juan Bosco Díaz-Urmeneta, su tesina sobre Isaiah Berlin y su legado

Bosco con Carmen Laffón en 2011 en la inauguración con Carmen Laffón de 'Factor humano'.

Bosco con Carmen Laffón en 2011 en la inauguración con Carmen Laffón de 'Factor humano'. / Juan Carlos Vázquez

Hace ya muchos años entró por primera vez en mi despacho, sin llamar a la puerta, como siempre hizo -a mi pesar-, diciéndome que había estudiado Filosofía y Teología con los jesuitas en Granada y necesitaba cursar la asignatura de Estética para obtener la licenciatura. Le di unas recomendaciones que cumplió escrupulosamente, pero en los trabajos que me entregó pude ya advertir que, además de ser un alumno muy dotado e incansable trabajador, tenía un estilo borroso, confuso, que podía esconder una personalidad difícil, compleja.

Más tarde me pidió un tema para la tesina. Le indiqué que podía ser interesante estudiar la dimensión estética en Isaiah Berlin. Lo aceptó, aunque más bien trató otras cuestiones del autor. Me volvió a confirmar sus cualidades y defectos. Me rogó que le dirigiera la tesis doctoral, continuando la investigación emprendida. Le contesté que no, que era mejor que se buscara un especialista en Isaiah Berlin (yo no lo era y un director de tesis ha de serlo).

No dio su brazo a torcer hasta lograr que cambiase de opinión y aceptase. Le interesaba por razones personales, por ese mundo raro que ocultaba, aunque hacía ver otra cosa. Bosco era persuasivo, astuto y manipulador, como antiguo y brillante alumno de los jesuitas y más tarde novicio prófugo. No quiso cantar misa. Lo decidió en el último momento, según me contó. Le dijo adiós a la Compañía de Jesús poco antes del día señalado (era una persona respetuosa, y quería ser siempre auténtico y honesto, aunque arrastrara ese fardo de turbios intereses y pulsiones).

Era también sacrificado, solidario, generoso. En la educación de su alma se unieron la fe católica, que perdió por aquellos días, como tantas personas religiosas de su tiempo, y la comunista, la roja, a la que siempre -de un modo u otro- le fue leal, aunque a su manera, contradictoria e inextricable. Su apostura y su bigote, en cierto sentido, lo delataban.

Más tarde, le invité a unirse a mi proyecto de organizar los estudios del área de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad de Sevilla. Lo hizo ocupándose de múltiples asuntos, cargándose de muchas clases, hasta lograr convertirse en profesor titular y desempeñar una notable labor docente en las Facultades de Ciencias de la Información e Historia del Arte. Le gustaba su trabajo y llegó a ser un buen profesor, comprometido con sus alumnos.

Desde mi punto de vista, tres han sido sus principales contribuciones. La primera, la docente, a la que se une su esfuerzo por desarrollar el área de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad de Sevilla. La segunda, ya en el campo de la investigación, es su lectura singular, inteligente y sensible de la obra de Carmen Laffón. La tercera, su labor como crítico de arte en la prensa.Descanse en paz, un viejo amigo y compañero.

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