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La noche de Halloween | Crítica

Buen reencuentro entre Myers y Laurie

Jamie Lee Curtis, en una escena de este nuevo viaje al universo del 'Halloween' de John Carpenter.

Jamie Lee Curtis, en una escena de este nuevo viaje al universo del 'Halloween' de John Carpenter.

El primer psychokiller real fue Jack el Destripador: se trata de una figura moderna indisociable de la prensa de masas, la novela sensacionalista y, posteriormente, el cine. La edad de oro de los psychokillers cinematográficos empezó en 1960 –con antecedentes remotos como M en 1931 y próximos como La noche del cazador en 1955– con El fotógrafo del pánico y sobre todo Psicosis.

Sus dos grandes décadas en la pantalla fueron los 60 y los 70 en los que al psychokiller inspirado en asesinos reales (tanto Psicosis como La matanza de Texas se inspiraban en el mismo Ed Gein) se sumaron los que tenían ribetes fantásticos, caso del Myers de Halloween (1978) o del Jason de Viernes 13 (1980).

En el 40 aniversario de la película fundacional de Carpenter, el universo Halloween regresa tras las siete secuelas estrenadas entre 1981 y 2002, y el remake con su secuela de Rob Zombie. Mucho más interesante –el mejor Halloween desde el primero– es esta revisitación de David Gordon Green, director de las apreciables George Washington y Snow Angels después caído en el pozo de Superfumados, El canguro y Caballeros, princesas y otras bestias para a continuación redimirse con las estupendas Prince Avalanche, Joe, Señor Manglehorn y Stronger; con la floja Expertos en crisis entre ellas. Una carrera desconcertantemente irregular la de este hombre.

La noche de Halloween figura entre sus aciertos. Su referencia radical –ignorando secuelas y remakes– es la película fundacional del 78. Se apoya en un buen guión escrito por él y el polifacético cómico, productor y guionista Danny McBride. Tiene la virtud de ser entretenida por sí misma e interesante por sus inteligentes referencias al original de Carpenter y al cine de terror de los 70. No se trata de copia sino de estudio, homenaje, recreación estilística, variaciones sobre un original tratado con esa forma de respeto que es la inteligencia. Por supuesto es una operación comercial, pero esta vez hecha con el buen trato que merece una película que hasta en su famoso tema musical –compuesto por Carpenter– es un clásico del cine popular.

En lo visual tiene un elegante trabajo de cámara con largos movimientos que acrecientan la tensión entre la espera y la irrupción, un uso muy inteligente del plano para crear efectos de tensión (es casi más suspense que terror) y pasajes muy inspirados desde el principio en el manicomio hasta el encuentro final o lo que le sucede a una de sus víctimas en un cuarto de baño (¡los piños!).

Los toques de humor recuerdan que la mayor seriedad en este género exige distanciamiento. En lo argumental se agradece la idea del reencuentro entre Michael Myers y una lógicamente envejecida pero más guerrillera que nunca Jamie Lee Curtis –la Laurie del original del 78: fue un golpe de genio de Carpenter hacer debutar en cine con este papel a la hija del Tony Curtis de El estrangulador de Boston y la Janet Leigh de Psicosis, dos clásicos del cine de psychokillers–, que espera muy bien preparada el seguro regreso del imparable asesino. Sólo ella cree que volverá. Pero en el cine de terror el lobo acaba viniendo siempre.

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