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Mensaje antibelicista desde Baler

  • Salvador Calvo debuta en la gran pantalla dirigiendo a un potente reparto en '1898: Los últimos de Filipinas'.

Luis Tosar, en '1898: Los últimos de Filipinas'.

Luis Tosar, en '1898: Los últimos de Filipinas'.

Llega a las pantallas 1898: Los últimos de Filipinas, una versión "antibelicista" de uno de los episodios "más surrealistas" de la historia de España, que habla "del sinsentido de las guerras", pero sobre todo "de las personas".

Quien así la define es su director, Salvador Calvo, realizador de televisión que debuta en el largometraje con uno de los repartos más potentes del cine español: Luis Tosar, Javier Gutiérrez, Eduard Fernández, Karra Elejalde y Carlos Hipólito, y los jóvenes Miguel Herrán, Ricardo Gómez, Emilio Palacios y Patrick Criado, además de Álvaro Cervantes. Con ellos, la única mujer, la actriz y cantante Alexandra Masangkay, que, además, pone con su voz la banda sonora a la cinta.

"Es una película bélica de mensaje antibelicista -puntualiza Tosar-; cuenta la historia desde los personajes y en ese sentido es el espectador el que pone el nivel antibelicista".

Discrepa el capitán Enrique de las Morenas, Eduard Fernández, capaz de irse a la guerra con su perrito. "No es antibelicista, es una crónica de personas que incide en los seres humanos. Nuestra intención era no torcer lo que ocurrió para que resulte algo antibélico; es una película de una guerra".

"Y no es un remake", subraya Calvo al comparar la cinta con la que se rodó en 1945 dirigida por Antonio Román, de un estilo "mucho más franquista". En aquella se contaba la resistencia de unos hombres heroicos para mayor gloria del imperio, mientras ésta "habla de un momento muy conflictivo, era el desmontaje del Imperio, no había gobierno, sino una regente, y los políticos miraban hacia otro lado; en un evidente paralelismo con hoy -insiste-, cuando Europa se desgaja, el sueño se viene abajo".

"España siempre ha tenido un ejército bien preparado, lo que hemos tenido ha sido malos dirigentes, por eso hemos ido perdiendo todas las guerras, incluida ésta", abunda Calvo en referencia a la crisis económica.

Tosar resume que la película "muestra lo absurdo de la guerra desde donde se mire. Eso -añade- por no hablar de los civiles, que verían a los españoles como extraterrestres, algo que no debe ser muy diferente en Siria: cualquier soldado seguro que tiene la misma sensación de qué pinto yo aquí".

Rodada entre Guinea, que presta unos excepcionales paisajes selváticos, y la población Gran Canaria de Santa Lucía de Tirajana, donde se reprodujo el pueblo de Baler y la iglesia se mantuvo encerrado el destacamento durante casi un año, la película contó con extras auténticamente filipinos, hallados entre los vecinos canarios. Y exteriores también en Tenerife, donde se rodaron las escenas del barco. "Nada de digitalizar", explica Calvo.

El equipo de 1898: Los últimos de Filipinas al completo ofreció una rueda de prensa en el Museo Naval de Madrid, donde estos días se exhibe una muestra con los restos del galeón de Manila, el primer barco español que fue a Filipinas y volvió.

El "último" resistente, el más recalcitrante, es el sargento Jiménez, Javier Gutiérrez, que interpreta a la pieza más brutal del destacamento, todo rencor y venganza. "Pero no es un villano; a él le mueve un amor exacerbado por la patria, por eso -dice- me gusta tanto que su frase final sea: A la mierda España".

Calvo asegura que el guion del cubano Alejandro Hernández es fiel a lo que ocurrió, aunque algunos personajes son una creación, como el de Álvaro Cervantes, que simboliza la crudeza de la guerra y el dolor de vivir sometido a unas órdenes de obligado cumplimiento muchas veces surrealistas.

Protagonista en un reparto coral, Cervantes es el hilo conductor de esta historia donde pasa de la inocencia más absoluta a la madurez más penosa en menos de un año, exactamente los 337 días que duró la resistencia/cabezonería del destacamento español. "Me interesaba mostrar cómo afectan la guerra y el terror a lo humano, a lo sensible", apunta el actor.

Con ellos, el representante de la iglesia, el padre Cándido (Karra Elejalde) con una larga trayectoria por las colonias y que conecta especialmente con este chaval que sólo está en la guerra para poder estudiar Bellas Artes, un fraile de vuelta de lo divino y de lo humano.

También están el médico (Carlos Hipólito), y un protagonista inevitable, el beri-beri, la enfermedad que mata por la falta de vitamina C y que fue diezmando el campamento.

Producida por Enrique Cerezo y un presupuesto de seis millones de euros, la película funciona como una auténtica "superproducción", a la espera, cruza los dedos el equipo, "de lo que opine el público".

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