Competir, ese lujo negado al Betis (4-0)

La Crónica

El equipo de Mel, víctima de su fragilidad y de otro arbitraje adverso, no tiene nada que hacer ante el pujante Málaga con el penalti de Casto y su expulsión a los diez minutos. Los verdiblancos, de salida, prometieron pelea bajo un 4-3-3.

Competir, ese lujo negado al Betis (4-0)
Competir, ese lujo negado al Betis (4-0)
Juan Antonio Solís

29 de septiembre 2012 - 19:48

Si hay un equipo para el que lo imposible a veces es posible es el Betis. Pero no es tiempo de lírica para el equipo verdiblanco, que viajó a Málaga envuelto en el lamento por el sangrante arbitraje de Álvarez Izquierdo ante el Atlético y no fue capaz de sacudirse el fatalismo. Todo lo contrario. Cayó goleado ante un enardecido vecino que no desaprovechó la pintiparada ocasión de hacer sangre al sevillano.

De nada sirven las prometedoras puestas en escena, como la que ayer cuajaron los verdiblancos, si la primera dentellada del enemigo se lleva un órgano vital por delante. Y es lo que le sucedió a este Betis que hoy se mira al espejo lamentando sus desgracias.

Después de diez minutos de buen son, con la pelota en el mediocampo del Málaga y el triángulo Cañas-Rubén Pérez-Beñat llevando la iniciativa, una jugada desmontó el novedoso y prometedor 4-3-3 que diseñó Mel. Saviola, que ha llegado a la Costa del Sol fresco y con chispa, se metió entre líneas y filtró un agudo pase entre los centrales. El receptor era una bala, Eliseu, que tocó la pelota con la punta del pie un instante antes de que llegara Casto, deslizado sin freno sobre la hierba mojada. El portero no pudo evitar la colisión con el malaguista, que recibió de muy buen grado el embate. Penalti, expulsión -¿cuándo una revisión de esta regla tan cruel y desproporcionada?- y de nuevo, como el miércoles ante el Atlético, a intentar competir demasiado tiempo con uno menos.

Después de que el Betis jugara toda la segunda parte en inferioridad apenas cuatro días antes, con el consiguiente desgaste que supuso, de forma súbita y sin anestesia la jugada de marras situaba a los béticos ante un más difícil todavía: 80 minutos en inferioridad ante otro rival de fuste.

Mal harían en el seno del club de las trece barras en apuntar sólo a los cuervos del silbato y a los que graznan por los despachos federativos, por muy flagrante que volviera a ser el fuera de juego de Portillo en la pared a Saviola que supuso el 2-0 y terminó de segar la esperanza bética en el minuto 28. Urge la autocrítica. Y seguro que Mel será el primero en hacerla, sea de puertas para dentro o con mensajes velados de puertas para fuera.

Hablando en plata: este Betis sufre demasiado para recuperar la pelota y además concede pasillos interiores al rival, que se planta con demasiada facilidad cerca de la media luna con la jugada bien encaminada. Y si en los cenáculos béticos hoy se discute si Casto no quiso derribar a Eliseu, e incluso si la roja fue excesiva, seguro que Mel prefiere divagar en cómo estructurar a un Betis más consistente sin el balón. Cómo dar con la tecla. La jugada que reventó la pizarra bética fue cruel, claro que sí, pero también evitable.

Esa roja a Casto arrojó otra lectura que va más allá de la táctica y de las aptitudes defensivas de la animosa tropa de Mel: avivó el fuego que se ha originado en un puesto clave en este deporte del balompié, el de portero. Bastaba con que el entrenador dejara fuera de la lista a Fabricio por decisión técnica para que el chaval que entró como portero suplente, Adrián, tuviera que saltar a la hierba. La expulsión del portero podía ocurrir en cualquier jornada y tuvo que hacerlo ayer, justo ayer, para dar otro giro de tuerca a la dinámica negativa.

De repente el Málaga, que salió un tanto paniaguado, se encontró con el partido tan de cara que no desaprovechó la ocasión. Joaquín transformó el penalti y se activó el mecano que tan bien ha afinado Manuel Pellegrini. Isco sacó su repertorio de fintas, recortes y últimos pases, pero más daño aún hicieron las piezas que se liberaron de obligaciones defensivas al quedarse el Betis con uno menos, léase Monreal por la izquierda y Portillo como medio centro. El ex lateral osasunista se convirtió en un extremo más después de que Mel sacrificara a Agra para dar entrada a Adrián, y el menudo jugador de la cantera malaguista adelantó su posición para asociarse aún más con Saviola, Eliseu, Isco... y Joaquín.

El portuense apareció por todo lo ancho del campo, alternando su posición, en una perfecta sincronía, con sus compañeros de línea. Este Málaga de fútbol intenso y combinativo, cuando aprieta, se parece cada vez más al buen Villarreal. Aunque a veces levanta el pie. Ayer lo hizo tras el descanso y el Betis, digno y orgulloso, quiso competir con Rubén ya metido arriba junto a Jorge Molina. Pero a veces lo imposible no es posible. El desgaste pasó factura y se consumó el doloroso 4-0.

El Betis lleva un partido y medio en el que competir, el mero hecho de hacerlo, se le ha convertido en un lujo. Pero mal haría en buscar culpables sólo en el entorno.

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