NUEVAMENTE nos damos con una sabatina en sesión continua para el fútbol según Sevilla. Dos partidos aparentemente asequibles, pero líbreme Dios de las aguas mansas que de las bravas me libro yo. Todo arranca a las seis y media de la tarde con un Sevilla que ve cómo sube su autoconfianza tras su buen papel con Osasuna, aun con la sensación amarga y muy similar a la del eterno una semana antes tras caer bajo idéntico verdugo.

Ese partido que abre la jornada sevillana es de un uno fijo en todas las quinielas, ya que llega el único equipo que todavía no saboreó el gusto de la victoria. Un Elche hundido en lo más profundo de la tabla, a once puntos de Valladolid y Celta, que son los que trazan la ubicación del brocal de ese pozo tan amenazador. Y como del pozo escapó el Sevilla a través del inquietante choque con el Cádiz, pues digamos que el pronóstico es absolutamente favorable a los de Jorge Sampaoli.

Y la jornada la cierra el Betis, que llega a la cita en el centro geográfico de la vieja Iberia con la necesidad de un triunfo que le permita seguir aspirando a lo mejor. Aunque con un partido menos, el muy complicado del próximo miércoles con el Barça, los ladridos de la reala perseguidora suenan demasiado cerca. Ello motiva que el choque de esta noche en Getafe sea como una especie de cita con la obligación de ganar, pero no es en zona de confort para los verdiblancos.

Y en este análisis de la sabatina puede entrar un invitado ajeno a la obra y es cómo ha querido la casualidad, o bien sabe quién, que los cuatro semifinalistas de Copa del Rey sean, precisamente, los cuatro clubes que eludieron convertirse en sociedad anónima. Qué tiempos aquellos en que el club del alma era parte de uno mismo y no como ahora. En fin volvamos a esta sabatina última de la cuesta y creamos que la felicidad es posible mediante el triunfo de los nuestros.