Desde mi córner

Extraordinarias sólo las historias

  • La serie dedicada a presidentes peculiares es rica en anécdotas y ayuna de rigurosidad

Como último alarde de la telebasura nos sirve ese serial pomposamente titulado “La Liga de los hombres extraordinarios”, que es, nada más y nada menos, que la recreación de un tiempo que se fue y que no parece que vaya a volver. Es un documento altamente nocivo para la salud, sobre todo por su falta de rigurosidad, por sus tintes casposos y porque no está exento de esa falsa moral de una progresía cada día más venida arriba.

Esa semblanza tan anecdótica y poco veraz va por la trayectoria de esos hombres que surgieron al rebufo de la conversión de los clubes en sociedades anónimas. Con Jesús Gil como mascarón de proa de semejante tropa, la serie redunda mucho más en el éxito que en las hecatombes con cárcel incluida de algunos casos. No creo que hacer un tratado hagiográfico de aquellos hombres tan extraordinarios venga a cuento, sobre todo por el peligro de que surjan imitadores.

Con el puñetazo de Gil al gerente del Compostela como escena crucial de la serie o el monólogo autocomplaciente de Lopera en su sala de conquistas en El Fontanal se va al elogio de aquel Lendoiro (Lendorio para algunos) que sacó al Dépor de la nada para convertirlo en Superdépor y no permitir jamás que se conociera el accionariado deportivista. Yfijémonos cómo está el club coruñés en la actualidad, jugando el derbi con el Ferrol y no con el Celta de Vigo.

Muchas anécdotas habitualmente torticeramente narradas sin abandonar en ningún momento la labor de adoctrinamiento que lleva en su ADN la progresía, esa que se rasga las vestiduras ante lo que no le gusta. Esas historias de hombres extraordinarios tiene su cara recomendable y es la de evitar que se repitan episodios protagonizados por aquellos próceres que manchaban cuanto tocaban. El pasado pasado es y procuremos no repetir los mismos errores.

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