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Guiño al sevillismo puro

  • Del Nido homenajea a dos de sus grandes entrenadores, Ramón Encinas y Manolo Cardo, con la creación del serial 'Banquillo de Oro'. El coriano, impulsor de la cantera, recibe el cariño del club.

De las letras de Silvio a la voz de Valladares. Del rock andaluz al compás por sevillanas con que su fútbol hacía tronar con palmas el Sánchez-Pizjuán. El Sevilla homenajeó ayer al sevillismo más puro, a la sencillez y al pragmatismo en un banquillo. Uno de esos hombres cuyo nombre no suena del todo bien si se invoca como Manuel. Él es Manolo Cardo. Diciéndolo de otra manera, no se extiende esa aureola de sevillismo que este jueves el entrenador coriano reunió en el antepalco del estadio.

José María del Nido sigue enfrascado en la bonita labor de honrar a sus mayores, a los personajes que le hicieron disfrutar en este escenario que dio grandes futbolistas y también grandes entrenadores. Por eso, paralelo a Dorsales de Leyenda, el club parió el serial Banquillo de Oro, a quien bautizó con el nombre de Ramón Encinas, el entrenador más grande junto a Juande de la historia del Sevilla, con la salvedad de que el gallego ganó una Liga. Fueron, por tanto, dos homenajes en uno. Encinas, "que llegó a un Sevilla en Segunda División y lo colocó entre los grandes de España" -recordó Del Nido-, estará siempre ligado a este galardón que anualmente premiará la figura de entrenadores que dejaron huella y, evidentemente, la de Manolo Cardo aún perdura entre los sevillistas que vivieron la ilusionante etapa de los ochenta.

Pero el coriano tenía una filosofía distinta que posiblemente (y sin posiblemente) hoy chocaría con los intereses que hay creados alrededor del fútbol. Cardo clasificó al Sevilla para dos ediciones de la Copa de la UEFA con un equipo plagado de canteranos. "El 90% de la plantilla éramos jugadores hechos aquí", relataba José Luis Ruda, una de las claves tácticas de su juego. Cardo fue uno de los precursores del 4-4-2 que ya empezaba a retrasar a un futbolista del 4-3-3 habitual en los 70, aunque Enrique Lora ya había hecho unos años antes esa labor desconocida y hoy fundamental como es la mediapunta. Pero, sobre todo, Cardo fue el hombre que le dio vida a la cantera.

"Cuando Montes Cabeza y Ángel Castillo vinieron a decirme que iba a coger el primer equipo, les di las gracias y les dije: '¡Vale, mañana entrena Francisco López Alfaro!' Ellos me empezaron a decir que no estaba el ambiente para eso y yo les contesté: '¿Pero yo voy a ser el entrenador del Sevilla o no?". Desde el primer momento ya quedaron expuestas las ideas fijas de este entrenador de pueblo, de un pueblo que rezuma fútbol a la ribera del río y en el que salían futbolistas de Primera División casi debajo de cada loseta. Ni que decir tiene que Francisco fue titular en el debut del técnico, uno de los dos partidos que se han quedado grabados en la historia del Sevilla, junto con el 4-0 al Paok de Salónica, del paso de Cardo por el banquillo en el que estuvo cinco temporadas. El 0-4 al Zaragoza con los cuatro goles del Pintinho revolucionó e ilusionó al sevillismo, que había caído en la desgana con Miguel Muñoz. "Me preguntó si estaba preparado para jugar en Primera y en ese momento no entendía lo que quería decirme", relataba el de Osuna (ausente este jueves) en un vídeo montado para el acto.

Otro al que dio una responsabilidad impropia para un chico de 17 años fue Ricardo Serna: "Estaba en juveniles y me hizo debutar contra el Barcelona, marcando a Maradona y con 70.000 ahí -dice señalando desde el antepalco a las gradas del estadio-, porque ahora no los hay".

Ahí estaban todos: José Luis, Montero, Moisés, Álvarez, Juan Carlos, Jesús Choya, Boro, Gervasio, Yiyi, Sanjosé, Ruda, Blanco, Antoñito... "No pidió jamás ni un fichaje, pero, como todos los sevillistas, puso dinero para que viniera Bertoni", destacaba el presidente. Y es que sus fichajes estaban junto a la carretera de Utrera. Hizo famosas sus camisas estampadas, que combinaba según le dictaba su superstición. "Se ponía una camisa y como ganáramos, teníamos camisa para rato. Estuvo cuatro derbis con la misma camisa", recuerda Ruda. Blanco se tira para la parte técnica: "Era muy moderno, muy avanzado en los entrenamientos y tenía un latiguillo que repetía siempre, el giro de tobillo, con lo que quería decir un cambio de orientacion". Francisco lo explica. "Su obsesión era empezar los ataques por una banda y terminarlo en la contraria, donde el rival tenía menos jugadores".

Las anécdotas dan para escribir un libro. Algunas se contaron en un concurrido foro en el que no se olvidó destacar que es el entrenador que mejor balance de victorias tiene en duelos con el eterno rival. Una mañana de exaltación del sevillismo y defensa de la cantera, los mandamientos de Manolo Cardo. Y, como gritó Silvio, de la escuela sevillana.

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