Sin que nos hayamos sacado el susto del cuerpo por aquellos tres minutos ante Japón, España tiene hoy que validar el salvoconducto para cuartos. Será ante el Marruecos de Bono y En-Nesyri y con el recuerdo de aquella vez del último Mundial en Kaliningrado. Entonces, un gol de Iago Aspas sobre la última bocina nos visó el pasaporte para octavos de final y hoy, un peldaño más arriba, serán los cuartos de final el objetivo a alcanzar.

¿Habremos sacado las debidas enseñanzas de aquellos tres minutos de pavor? Quién sabe de eso hasta que eso ocurra, pues vamos a ver si sirvió para algo esa trágica fugacidad ante unos nipones que nos daban sopas con honda y que, afortunadamente, plegaron velas tras volcar el resultado. Y esta tarde ante los Leones del Atlas no cabe otra opción que salir al campo de batalla con los deberes bien asimilados, el cuchillo en la boca y el culo pegado a la pared.

Este Mundial se caracterizó en un principio por el protagonismo adquirido por selecciones emergentes y no cabe la menor duda de que el equipo alauita ha sido el que con más fundamentos se ha puesto en escena. Acabó liderando su grupo, el F, con la suma de siete puntos y de encajar un solo gol. Su triunfo sobre Bélgica la ha colocado en el escaparate y no es el lobo con la patita enharinada lo que asoma, sino el lobo con todos sus avíos, conque verdes las siegan y mucho cuidado.

¿Habrán servido los fervorines de Luis Enrique para salir con la lección aprendida? Por lo pronto, solidificar el entramado defensivo será fundamental. Dado por hecho que las posesiones caerán mayormente de nuestro lado, la jerarquía en ambas áreas será básica para el buen funcionamiento del negocio. Visar el pasaporte para cuartos de final exige erradicar cualquier tipo de colapsos como el sufrido ante Japón, conque átense los machos que Marruecos tiene miga.