Liga bbva

Recen lo que sepan (0-1)

  • Garrido apela a los extremos y mejora el juego de su equipo, pero se topa con la mala fortuna ante un serio Almería. El Betis, muy intenso, se hunde más al estrellarse en su escasa puntería.

Vale elegir. Es gratis. Un Padrenuestro, un Avemaría, una Salve... Que cada bético rece lo que sepa o lo que más le guste. Así estaría en sintonía con su equipo, en el que da igual cómo juegue, qué futbolistas lo hagan e incluso qué entrenador lo dirija. Porque el Betis de Garrido, en apenas cinco partidos, ha sido capaz de presentar uno por uno los síntomas del equipo de Mel. Ayer le tocó en suerte el más desgraciado: el de ser superior al rival y merecer más que el 0-1 que se adueñó de manera caprichosa del marcador. Habrá quien hable o escriba incluso sobre una virtual goleada, pero para marcar dos, tres o cuatro goles hay que hacer antes el primero y ver cómo reacciona el rival al mismo. Y el Almería, afortunado, no necesitó más que un gol temprano y esperar el paso de los minutos o una contra, que la tuvo y la desperdició, para sentenciar. 

El problema del Betis, del que alguno ya avisó en verano, es de futbolistas, de una deficitaria plantilla mal confeccionada y a la que se le va poniendo una carita de Segunda que apesta. Ayer daba grima ver esa sonrisa incrédula de algún futbolista cuando su balón se iba fuera o acababa despejado por Esteban. Una lástima lo que están perpetrando en este equipo una caterva de paletos e incompetentes futbolísticos.

Garrido, lógicamente, ya se ha dado cuenta del percal. Si no es por fas es por nefas, debió pensar tras los cuatro partidos anteriores. Y ante el Almería apeló a los extremos, a ese 4-4-2 que siempre está más próximo al 4-2-4 con atacantes como Vadillo y Juan Carlos en las bandas y dos delanteros puros arriba. Incluso, retocó su centro del campo dándole la manija a Matilla en un experimento válido por el buen hacer del toledano. Abrió el equipo, sí, pero le dio otro aire. Sobre todo, le metió ritmo, una marcha más y hasta le cambió la cara en lo referente a la actitud. Menos agresividad y carácter, porque no los hay, el valenciano le inyectó cuanto pudo. Mel, que acabó loco en la búsqueda de soluciones, se estaría viendo retratado en su casa. Y quizá maldiciendo esas ocasiones que se fueron al limbo o a las veteranas manos de un portero modesto pero mejor que los dos del Betis.

Ocurre también que Francisco, aun en el palco, sabe de esto un rato. Un técnico joven que apunta alto y que suele estar muy por encima del juego de su equipo y de la endeblez defensiva que ayer medio disimuló. El novel entrenador almeriense dio menos retoques a su equipo, sólo uno, pero clave a la hora de llevarse los tres puntos. Sacó del once a un llegador como Soriano, el centrocampista ofensivo al que escoltan Verza y Azeez, y colocó a estos dos como interiores con Marcos Tébar como medio de cierre por detrás. Y el madrileño no sólo se erigió en el mejor de ese novedoso 4-1-4-1, sino que creó una superioridad en el mediocampo que Azeez plasmó en el marcador en apenas cuatro minutos. El gol, a la postre definitivo, le escoció al Betis, pero éste supo sobreponerse y no conceder más que dos contras en la segunda mitad fruto de su equivocada vigilancia ofensiva en sendas jugadas a balón parado. Óscar Díaz, primero, y Aleix Vidal, más tarde, le dieron vida a los verdiblancos hasta los estertores.

Fue una retahíla de minutos marcada por la impotencia, por la rabia y hasta por la garra que destilaron gente como Vadillo, Matilla o Juan Carlos. Una lástima. Para una vez que asoma la actitud con mayúsculas, para una vez que parecía que sobre el tapete estaban los más aptos, el día que todo hacía indicar que Rubén Castro la iba a enchufar en cualquier momento... Ni siquiera un empate, un punto que, visto lo visto, le hubiera servido a este Betis a miel y quién sabe si obrado como punto de inflexión para una vida mejor. El punto que podría haber desatado el efecto Garrido, ése que espera todo el beticismo pero sobre todo la camarilla que, sin tener ni idea de esto, decidió que los males tenían remedio destituyendo al único bético que había por allí. Y es que si el Betis despierta principalmente simpatías, también habrá, y no sólo en el lado sevillista, quien no pueda ni verlo. Serán pocos, seguramente. Pero pensarán que lo que le ocurre le está bien empleado porque difícilmente exista un club capaz de errar tanto en su política deportiva. Es como lo de aquello polvos trajeron estos lodos. O algo así.

El partido en sí tuvo poca historia más. En el Betis, juegue mejor o peor, siempre hay un fallo atrás, una negligencia o una desgracia que lo ejecuta. Dejar la puerta a cero es misión imposible y marcar goles para igualar o remontar viene a ser casi lo mismo. El equipo ayer fue más bonito que bueno pero encima prevaleció lo malo. Su endeblez defensiva, su escasa agresividad, su forma de entrar a los partidos sin la máxima tensión... Esos detalles, en días como ayer nimios, pero que un mal equipo no se puede permitir. Porque luego Jorge Molina remata blando, Vadillo y Juan Carlos lo hacen todo bien hasta llegar al disparo a puerta o Esteban se le aparece a Rubén Castro. Luego, con Nono y Salva Sevilla por dentro, tampoco.

Por eso al bético, sólo le queda rezar. Un Padrenuestro para que en 2014 Rubén vuelva a meter goles como churros, un Avemaría para que Stosic o sus asesores acierten con los fichajes y una Salve para que le cambie la suerte y la mala se cebe encima con sus rivales. Y es que la carrerilla que ha cogido necesita de todo eso y más. Colista, descolgado, diez partidos sin ganar, bala del cambio de entrenador ya gastada... Una trayectoria que lo lleva directamente a los avernos de Segunda. Por eso, a rezar.

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