Desde mi córner

El actor teatral prolifera en el gremio

  • El roce en la cara tiene el efecto de un gancho de Liston y un pisotón, como el de un elefante

Cada vez con más frecuencia se me viene a la sesera un pensamiento malsano y es que no sería extraño que en el plan de trabajo semanal, algunos entrenadores inserten la sesión teatral. Una sesión que estaría encaminada a perfeccionar el fingimiento y, por ejemplo, que el roce de una mano en la cara parezca como un gancho de Sonny Liston o que un pisotón tenga el mismo efecto doloroso que la pisada de un paquidermo cabreado.

Como el VAR apenas entra en situaciones dignas de ser interpretadas por el árbitro, la impunidad para el actor está garantizada. Simulan tan bien esos actores que el fútbol se ha convertido en que muchos encuentros parezcan más una representación teatral que un duelo deportivo. Debe estar en consonancia con lo del otro fútbol, esa martingala que algunos entrenadores consideran como una cualidad más del juego y no como una vergonzosa y antideportiva actitud.

Indiscutiblemente, en el fútbol de antaño había más dureza, ya que la ausencia del número de cámaras que en la actualidad ejercen de Gran Hermano favorecía la artimaña. Pero había más verdad o, al menos, no se daban tantos manotazos en el rostro como ahora. Lo de hoy es insoportable, pero qué bien ensayado tienen algunos el caer fulminado ante el menor roce en la cara o con el codazo en un salto y que algunos interpretan tan mal que se duelen de donde no le dieron.

Ya sé que la cámara no puede interpretar la intensidad del roce que hace quejarse al damnificado, pero no puede admitirse que haya expertos tan expertos que salgan al campo a intentar la expulsión del rival. Creo que el VAR podría interceder para que estas marrullerías no sean moneda de uso común. Y luego, claro, está el caso del madridista Casemiro, que se va de rositas habitualmente tras su habitual y flagrante reparto de trompazos en la convicción de que no le pasará nada.

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