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En el debe de Turienzo

  • Castigo El Betis se topó con un pésimo arbitraje y cayó con el Málaga en el tiempo de prolongación con un gol de Eliseu Aplauso La afición agradeció el tremendo esfuerzo de los suyos con dos menos

Extrema crueldad para el Betis. El conjunto de Paco Chaparro dejó pasar una jornada más en blanco en esa pésima racha que lo conduce irremisiblemente a los avernos de la tabla clasificatoria, aunque en esta ocasión, y sin que sirva de precedente, la derrota debe ser colocada, casi de manera exclusiva, en el debe del baracaldés radicado en la comunidad leonesa Turienzo Álvarez. La ineptitud de este juez condujo a los verdiblancos a la derrota por mor de dos errores puntuales que decantarían el resultado.

Basar el análisis de un partido determinado sobre la figura del árbitro suele conducir a ocultar los errores de quien ha acabado perdiendo, aunque, lógicamente, todas las reglas tienen sus excepciones y tal vez se esté ante una de ellas. El aplauso que la afición del Betis le dedicó a los suyos al finalizar el encuentro contra el Málaga fue sentido de verdad y no tuvo nada que ver con el fatalismo que se origina desde el mismo lema del manque pierda. Los fieles a la fe balompédica verdiblanca habían visto a los suyos echar hasta el último aliento en pos de rebelarse contra las injusticias que manaban desde el encargado de impartir la justicia y ese esfuerzo se hacía acreedor a un reconocimiento público.

Porque el Betis, a pesar de ser sancionado con un penalti más que dudoso, por no decir de manera tajante que no existió, se quedó con un futbolista menos antes de la media hora del partido en otra exageración de Turienzo Álvarez. Cero a uno en el marcador e inferioridad numérica durante más de una hora, como para no tener ganas de tirar la camiseta para irse con prontitud a las duchas y empezar a pensar en otra cosa. Pero no, el conjunto de Chaparro siguió ahí y se metió de lleno en la pelea hasta hacerse acreedor, con creces, a computar un triunfo en su casillero clasificatorio. Lo hizo, además, con un fútbol más que aseado y a pesar de que también Emana se fue antes de tiempo al vestuario por una doble tarjeta amarilla, aunque en este caso el camerunés también tuvo una parte importante de responsabilidad, ya fuera por negligencia o por candidez por agarrar cuando ya había sido amonestado con anterioridad. Nueve contra once, hacía falta la épica y el Betis la rozó.

Sería mejor, sin embargo, dividir el análisis de este partido en tres partes dependiendo del número de futbolistas que tuviera el Betis en el terreno de juego. Once contra once. Chaparro, sin Capi, había afrontado la visita del Málaga con un ligero retoque a su dibujo, pues Arzu adelantó su posición al pivote para que Mehmet Aurelio tuviera más libertad y el dibujo táctico se asemejara más a un 1-4-1-4-1. Arriba estaba en esta ocasión Pavone en detrimento de Damià para que el argentino se peleara con los dos centrales malaguistas. Con semejante disposición, el equilibrio fue absoluto, los béticos tuvieron algo más de iniciativa, pero se vieron castigados por el penalti que vio Turienzo Álvarez y después por la expulsión de Melli.

Diez contra once. Ahí comienza una historia diferente. El Betis se salva en un par de ocasiones de Baha y es capaz de dar un paso adelante, entre otras cosas porque Pavone gana más veces de las que pierde la pelea con Helder y Weligton y eso permite la salida del resto del equipo. Los locales han metido a Arzu como central y han retrasado a Mehmet Aurelio y Emana para que el delantero centro argentino se parta la cara, tal vez en la única faceta en la que realmente se siente a gusto.

Así se fabrica la acción previa al empate cerca del intermedio y llegará el torbellino local después del descanso. Porque el Betis, con Damià ya en la cancha, fue un equipo profundo y comprometido. Tanto que debió ponerse por delante en el marcador de no habérselo impedido Goitia en un par de ocasiones clarísimas. Hasta que llegó la autoexpulsión de Emana y todo se complicó aún más si cabe.

Nueve contra once. El Betis ni siquiera en ese momento dio un paso atrás. Parecía increíble, casi épico, pero quien atacaba más era el equipo de Chaparro, tal vez más de lo aconsejable a la vista de las circunstancias. Los béticos, con la colaboración especial de un Málaga muy parsimonioso, fueron osados y trataron de buscar todo el premio en juego a pesar del hándicap de jugar con dos hombres menos. Aunque la consigna era tener siempre a cuatro atrás, hasta Juanito se atrevió a buscar la heroica y rozó el gol en una arrancada racial.

El fútbol estaba siendo bastante injusto con los méritos del Betis y más lo sería después, hasta llegar incluso a un punto de crueldad. Previamente se produce una decisión de Chaparro difícil de comprender, pues quita a Xisco, teóricamente más fresco, cuando todos su hombres estaban ya lastrados por la fatiga. Y llegó el balón rebotado para Eliseu para que todo ese esfuerzo no sirviera para nada, para que en el recuerdo sólo queden las loas a esa lección de rebeldía que dictó el Betis por culpa de alguien apellidado Turienzo.

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