Ambiente

El día que San Isidro Labrador fue sevillista

  • El parque del patrón de Madrid fue tomado en acampada por una afición desbordante. Los madrileños se volcaron con la festiva hinchada blanca.

Madrid era una fiesta. Junto al Manzanares, el sevillismo tomó en gozosa excursión el parque de San Isidro Labrador. Por la pronunciada cuesta suben los hinchas cargados de alegría y viandas. "Pablo, mira si somos educados que llevamos hasta cubos de basura", dice uno mayor a un joven, que porta en la cubeta botellines para un regimiento. Bajo los pinos y álamos, la tribu sevillista, familias enteras, peñas y grupos de amigos, viejos y niños, va tomando puestos de avituallamiento. Es el disfrute de vivir, el goce hasta lo increíble.

Miguel Martínez está una vez más con su Sevilla. "Soy el socio 67". Llegó a Madrid en "un turismo, con cuatro sevillistas más de la Alameda de Hércules". Uno de ellos es su hijo, Antonio Martínez Valle, al que una grave lesión de rodilla lo apartó del Sevilla Atlético. Tenía hechuras de pelotero caro. El viaje se hizo mucho más corto que el que protagonizó en 1967 "en un Cortina rojo que Marcelo Campanal le prestó a Paco Cuervas". Entonces, tomó la Ruta de la Plata entera para ayudar al Sevilla en una dramática promoción de descenso con el Sporting. "Pintado nos salvó, marcó los dos goles de la eliminatoria, 1-0 y 0-1". La cuesta que sube hacia el parque de San Isidro es muy pesada para un hombre de 72 años. "Estoy asfixiado, pero yo a mi Sevilla no lo dejo solo". David Núñez (socio 12.395), José Manuel Valcárcel (3.379) y Horacio García relatan la nómina de viandas: "Botellines fresquitos, diez barras de pan, filetes empanados, tortilla, papas aliñás...", dice uno mientras José Manuel recuerda que también viene José Santizo, con el que comparte oficio cofrade. "Somos encendedores de paso, los Santizo son todos muy sevillistas, menos uno, el de Torreblanca".

 Aquello parece el parque del Alamillo. Hasta hay un tanatorio al lado. La fiesta es rústica, bucólica, como sacada de los cartones para tapices de Francisco de Goya que lucen en el Museo del Prado. Allí reina un sevillano, Diego Velázquez, como en San Isidro manda la cohorte rural de Andalucía la Baja. Las banderas colgadas de los pinos anuncian la procedencia de los tercios sevillistas. Bonares, Huévar, Salteras Tomares, Los Palacios, Ubrique... Del Condado de Huelva a la Campiña de Sevilla pasando por el Aljarafe y hasta la Sierra de Cádiz.

José Pizarro Espejo es el presidente de la Peña Sevillista Las Cabezas. "A Carlos Marchena lo conozco desde chiquitito. Se ha comido bocadillos en mi casa desde que se le caían las velas de los mocos. Es muy tímido y no quiso que le pusiéramos el nombre de la peña". Está fundada en 1979. "Hemos ido a Badajoz, a Jaén, a esos campos en los que el césped era de arena pintada. Yo esto no me lo podía imaginar en la vida. En 2010 le pregunté a José María del Nido si podríamos ganar una Liga alguna vez. 'Lo mejor está por llegar', me dijo. Y no se equivocaba. Jamás pensé que vería estos logros".

El pan de la peña cabecense es cosa fina, como la carne mechada. La Cruzcampo manda en el reino de la Mahou. La estrellada bandera de la Comunidad de Madrid luce imponente, roja y blanca, en la Puerta del Sol. Las riadas de sevillistas son constantes. "Los barcelonistas se paran a grabarnos", dice una aficionada que ha llegado en autobús desde el Polígono San Pablo al Madrid de los Austrias. "Junto a la Plaza Mayor, la gente ha hecho hasta la ola". Domingo Alonso, socio 10.501 que debe volver a Las Cabezas, lo tiene claro: "En 200 años que viviéramos los sevillistas no podríamos agradecer todo lo que nos ha dado el Sevilla".

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