Del esfuerzo a la recompensa
Juegos Paralímpicos
La delegación española finalizó con un valioso décimo puesto en el medallero.
Parecía una cita programada para que el espectáculo de los Juegos de Pekín tuviera un hilo de continuidad y así fue. Los Juegos Paralímpicos volvieron a llenar la ciudad china de colorido deportivo con un acontecimiento infravalorado por los medios televisivos pero incuestionable en espíritu competitivo y rendimiento humano. No resultaron ser los Juegos soñados con antelación por la delegación española en relación al número de triunfos y su posición final en el medallero, pero resulta realista considerar de brillante el camino del equipo nacional por Pekín en unos Paralímpicos que llenaron de satisfacción a organizadores y presentes.
Un nombre propio sobresalió de la expedición, el del canario Enhamed Enhamed, con cegera total, abanderado de España en la ceremonia de clausura tras lograr cuatro medallas de oro en el esplendoroso Cubo de Agua. Lo hizo con sólo 21 años y paseando la bandera nacional por cada rincón de Pekín con la satisfacción del trabajo bien hecho. Eran unos Juegos de récords y él brilló con luz propia en ellos, aunque magníficamente acompañado por unos deportistas más ambiciosos que nunca que vieron la ocasión perfecta para mostrar al mundo sus cualidades.
España dijo adiós a Pekín con 58 medallas en el bolsillo, trece menos que en Atenas, aunque es significativo reseñar que la cita redujo el número de pruebas y aumentó el de participantes, valorando el enorme potencial de la anfitriona, que se hizo con 211 metales. La delegación española finalizó los Paralímpicos con un valioso décimo puesto en el medallero, lo que invita al optimismo para presagiar un futuro ilusionante lejos de la actual falta de recursos para unos deportistas que en ocasiones siguen lejos de ese deseo fronterizo de considerarse profesionales.
Momentos tan reseñables como los de Enhamed fueron vividos por Teresa Perales, que se llevó tres oros, una plata y un bronce en la piscina de las proezas. Significativo resulta que la natación condujese a España hacia sus mayores alegrías en los Juegos Paralímpicos en contradicción a la más que modesta presencia de esta vertiente un mes antes. Mientras este deporte decoraba con fervor el medallero, Javier Ochoa mostraba su potencial como ciclista colgándose un oro logrado a base de fuerza y pundonor.
Y es imposible olvidar a la representación andaluza en la cita, con 26 deportistas que volvieron de Pekín con la sonrisa como bandera y la certeza de acudir a un evento único. Grandes ejemplos fueron el oro de la malagueña Carmen Herrera en judo, revalidando el título logrado cuatro años antes en Atenas, o el nadador gaditano Sebastián Rodríguez, que obtuvo cuatro metales. El balance andaluz fue de once medallas y 22 diplomas, cifra que superaba la marcada por la cita griega y que ponía el reflejo a un trabajo de cuatro años en busca de metas de un alcance a veces inimaginable.
La notable actuación española acompañó a una organización sublime y a un adiós colosal en el Nido de Pájaro, colofón a una cita que debe apuntar a Londres como la muestra perfecta de que la mejora, al igual que el esfuerzo, no tiene ningún límite.
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