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Para ir despidiéndose (2-1)

  • El Sevilla vuelve a exponer su incapacidad fuera de casa cayendo con justicia ante un rival que llevaba 6 meses sin ganar ante su público. Las posiciones europeas se alejan aún más.

El Sevilla, para los que quieran verlo sin dejarse llevar por sueños irreales, puede despedirse de la idea de volver a Europa la temporada que viene. Una nueva muestra de su incapacidad fuera de casa, esta vez ante un anfitrión que no ganaba en su estadio desde el 23 de septiembre, deja a los de Emery demasiado lejos de su objetivo cuando la campaña no permite ya ningún error. Aunque la derrota, amarga como todas pero que puede ser definitiva, le cayó encima a los blancos porque se la ganaron a pulso, porque nunca fueron capaces de imponer su ritmo en el juego y porque, encima, hasta su entrenador pecó de cobardica al arrepentirse a hacer el cambio de Reyes por Botía justo cuando Negredo marcaba el empate si de poco podía servirle al equipo nervionense el botín que otorga la igualada. El castigo, si no había llegado ya en dos balones que pudieron haber dibujado un 3-0 antes del gol de Negredo, fue la segunda pesca de la noche de Alfaro, más vivo que la defensa sevillista en los dos balones sueltos que dejan a los de Emery ya a seis puntos de Europa sin jugar sus rivales. Como para ilusionarse.

Pero es que el Sevilla, ese Sevilla que a favor de querencia pasa por fases arrebatadoras en el Sánchez-Pizjuán disparado por sus individualidades en ataque, sigue siendo el equipo dubitativo atrás que rara vez es capaz de controlar las situaciones del juego. No lo hace a veces en casa con el marcador a favor, ¿cómo se le puede pedir que lo haga fuera? A cualquier rival, por muchos meses que lleve sin ganar en su estadio como lo era anoche el Mallorca -con medio año afrontaba el choque- le es fácil encerrar a los blancos y manejarlos a su antojo.

Al Mallorca le bastó intensificar la presión sobre la pareja de medios centro del Sevilla para convertir en un flan el sistema defensivo de su enemigo desde el minuto uno. Kondogbia y Medel pueden llegar a formar un dúo que acapare elogios por las buenas maneras del francés y las llegadas en segunda línea del chileno, pero ésa es sólo una parte de la historia. En la otra, claro, no es tan agradable recordar que el ex jugador del Lens es todavía un proyectito de futbolista, con muy buenas maneras y un futuro de inmensa amplitud, pero ahora mismo, es un jugador con 20 años recién cumplidos que acaba de llegar a una competición exigente desde la segunda división gala. Pero como en Sevilla, y más en esta acera, se estila tanto encumbrar a un jugador al mínimo buen gesto que apunte, al final la realidad acaba dejando decepciones como la que ayer protagonizó un jugador que no encontró el sitio jamás en el campo y que perdió muchos balones. El Sevilla carece de un futbolista con personalidad suficiente en el centro del campo que lo haga mandar en los partidos, sea el Mallorca el rival o un equipo de juveniles, porque, entre otras cosas, tiene a juveniles -o casi- en su columna vertebral. ¿O no es el sevillismo muy dado a construir un castillo de ilusiones sobre un pilar con pies de barro?

El Mallorca, aunque malo porque lo dice la clasificación, es un equipo de hombres que tenía claro lo que debía hacer ante un Sevilla que encima se empeñaba en tocar y tocar como en los mejores tiempos de Míchel. Entre que con el estado del terreno de juego no era lo más propicio y que Manzamo había repartido un hacha a cada jugador al salir al campo (22 faltas contra 6 del Sevilla), que a los de Emery se los merendaran en el campo era lo único que podía pasar. A Jesús Navas lo ataron tan bien que no vio tres metros libres de verde en toda la noche y sólo las apariciones esporádicas de Rakitic o las ganas de Alberto Moreno ofrecían alguna profundidad a los visitantes.

En cambio, atrás todo era un rosario de situaciones de riesgo y con tanto imberbe en puestos de responsabilidad, nadie se extraña de que, por ejemplo, Alfaro cazara dos rebotes porque, simplemente, estaba más listo que la defensa del Sevilla, un equipo al que le pierden el respeto y en el que ni protesta como debió hacerlo en la falta que dio origen al 1-0 y que ya puso todo a remolque. Giovani la sacó directamente cuando el reglamento dice que el juego peligroso (lo que hizo Jesús Navas ante Pina) debe ser señalado como falta indirecta.

La esperanza que significó el gol de Negredo sólo fue alargar más la agonía, ya que el Mallorca disfrutó de ocasiones para golear. Al final, la realidad es la que es y el panorama es para ir despidiéndose de todo. Salvo milagro.

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