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Un santoral sin peanas ni novenas

  • Con Dani Ceballos y Joaquín ausentes, el aficionado llegó a preguntarse quién aportaría el talento en el equipo verdiblanco

Había quienes se preguntaban en los prolegómenos del partido en El Madrigal que dónde habría de ir el Betis anoche para encontrar la calidad. Para empezar, lejos. Unos, que si al polígono industrial del magnate Roig; otros, que si a la casa de los ausentes, véase Dani Ceballos; y otros, que si en el banquillo verdiblanco, donde Joaquín reposaba los vendavales de las últimas fechas. Lo peor, para muchos de esos inquisidores, fue cuando Juan Merino prescindió de Rubén Castro, el último talentoso conocido en Heliópolis, en la segunda parte del partido.

Ay, la calidad. Como en otros deportes, la calidad es algo que se deja notar con subrayados cuando el equipo gana, aún mejor si la cosa deviene en goleada. Entonces hay quienes localizan rápidamente la calidad en la floritura de pitiminí en una zona de nadie, premiada a menudo con el oh del público. Para Juan Merino, en cambio, el Betis necesitaba algo distinto a esa calidad que no había propiciado en una decena de choques precedentes la celebración de un solo gol.

En el fútbol, como en otros deportes, la calidad la porta quien decide, aquel capaz de tornar favorable un resultado que no lo es. Se trata de la excelencia, producto en la mayoría de las ocasiones de la realización de una trabajo solitario e infatigable. Nada de los dones innatos y otras teorías predeterministas. Son los casos de Fabián y Kadir, para quienes la campaña había sido una mera sucesión de hojas del calendario adornadas de un viejo santoral. Y ayer, en El Madrigal, los santones estaban ausentes.

Ninguno de los 14 futbolistas que situó Merino en el césped mostró la calidad suficiente para dar por terminada la nefasta sequía goleadora. Ninguno fue niguno. No hay en el equipo quien halle el manantial, el agua salvífica del gol. Y eso que estuvieron cerca. Kadir hizo de zahorí y puso todo de su parte olfateando cada centímetro cuadrado de yerba. Un tanto semejante a Fabián, cuyas cualidades espaciales orientan al aficionado a atisbar calidad, la calidad de los altares.

Entre Fabián y Kadir, dos santos sin peana, no sumaban ni 45 minutos jugados entre los dos. El palaciego firmó 14 ante el Villarreal hace justo una vuelta; el argelino, 20 en la derrota casera ante el Eibar. En Villarreal los santos, aún sin peana ni aureola, variaron sus novenas.

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