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La sonrisa del 'Saltamontes'

  • El básket español despide a Carlos Montes, que jugó 18 años en la ACB.

Profesional, jugador con carácter, compañero, muy amigo de sus amigos y, sobre todo, sonriente. No debe ser casualidad que todos los que recuerdan a Carlos Montes (3-10-1965/6-6-2014) coincidan a la hora de hablar del jugador madrileño, que el viernes falleció en un accidente de tráfico, en Madrid, al chocar con su todoterreno contra un muro de hormigón. La sonrisa perenne caducó de golpe a los 48 años.

Subcampeón de Liga (95-96) con el primer Caja San Fernando que hizo vibrar a Sevilla con el baloncesto, antes fue pieza clave en la consolidación del equipo en la máxima categoría. Excelente defensor, "el mejor de largo que tuve y de los mejores seguro en la historia de la ACB", según José Alberto Pesquera, con el cuadro hispalense marcó época en las cinco campañas que jugó en la capital andaluza: 187 partidos, tercero con más minutos (5.048) y segundo asistente (460), superado por Satoransky en el play off de este curso contra el Valencia. Casi nada.

Trabajador nato, nunca fue una superestrella nacional, pero tampoco uno más. Las 18 temporadas al máximo nivel (605 partidos en ACB, el sexto en la clasificación histórica) así lo atestiguan. El 11 de mayo de 2002 colgó las botas en Valladolid, aunque sus potentes piernas aún lo hacían volar. El apodo de Saltamontes acuñado en su etapa en el Estudiantes venía por algo. "Tenía un salto increíble. Aún tengo grabado en la cabeza su mítico mate en el concurso de 1985 con dos balones. Fue el primero en hacerlo", recuerda Chus Llano, quien lamentaba, "por encima de todo la terrible pérdida a nivel humano". "Pensar en él es recordar siempre a alguien sonriente", señala el ex ala-pívot cajista, que compartió vestuario con Montes cuatro años.

Penetrador excepcional, gran defensor (902 recuperaciones) y asistente inteligente, Pesquera alude también a esa sonrisa, pero "con carácter". "Lo traje al Caja y me lo llevé a Granada y a Cáceres, eso resume lo que significaba para mí como jugador, pero como persona era aún mejor. Hace 15 días hablé con él más de una hora. Teníamos una relación muy estrecha. Siempre fue uno de mis ojitos derechos", dice el técnico emocionado, que destaca su espíritu de superación. "En una Copa, (Aleksandar) Petrovic lo puso a defender a Joe Arlauckas. Lo amargó", afirma el entrenador, que recuerda "cómo bailaba por las calles de Andorra cuando ganamos allí el último encuentro de la 92-93 para finalizar quintos y clasificarnos por primera vez para Europa, para la Copa Korac. Inolvidable".

Tras dejar Cáceres, aplazó la retirada un año más y acabó su carrera en Valladolid, donde volvió a coincidir con Raúl Pérez. "Volver a ver esa sonrisa en un vestuario fue muy especial para mí. Siempre estaba atento a todos para ayudar. Como era en la pista era fuera de ella. Aportaba mucho en ese juego sucio y llevó al Caja a lo más alto desde su sacrificio y con la enorme garra que tenía. Con la misma con la que entraba a canasta estuviera quien estuviera delante".

Hoy será incinerado en Madrid, donde entrenaba al Joyfe de Primera Nacional, y el mundo del baloncesto despedirá al jugador de la sonrisa eterna.

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