Ponzi y las pensiones

El Periscopio de León Lasa

Vivimos muchos años desde la jubilación hasta la fecha del deceso; ese tiempo se ha duplicado en las dos últimas décadas.

León / Lasa

31 de julio 2016 - 01:00

AUNQUE pueda parecer mentira y desafiar las leyes de la lógica, los Esquemas Ponzi se repiten en el tiempo y la gente sigue picando. Ponzi fue un italiano, emigrante a EEUU en los años 20 del siglo pasado, que descubrió que podía ofrecer grandes rentabilidades sin mayor ingeniería financiera que la de procurar que los que le depositaban sus ahorros fueran siempre más numerosos que aquellos que reclamaban los suyos. Si salían cinco de la pirámide, porque ésa era la forma geométrica que adoptaba el invento, debían ingresar 10; y así sucesivamente. Cumpliendo esa máxima no habría problemas. Pero, por motivos prolijos de explicar, esa ecuación se quebró (¿les recuerda a algo?) y toda la urdimbre se vino abajo. Sí, igual que el sistema de pensiones español, basado en el reparto intergeneracional, que ha funcionado mientras los cotizantes que entraban superaban ampliamente a quienes se retiraban, pero empieza a hacer aguas a medida que esta premisa se deja de cumplir y se alarga la esperanza de vida.

El problema, en contra de lo que machaconamente se postula, no es demográfico; y no lo es en tanto en cuanto sigamos soportando una tasa de desempleo elevada, un paro juvenil cercano al 50% y nuestros hijos tengan que emigrar al extranjero. La cuestión -siento decirlo- es que vivimos demasiados años desde la jubilación hasta la fecha del deceso: esos años se han duplicado en las dos últimas décadas. La opción se la dio Monedero a Lagarde, creo recordar, que se atrevió a plantear esta tesis: "Pues muérete tú". Sea.

Ante un problema de esa magnitud no es fácil encontrar salida, porque cualquiera que se plantee será dolorosa: pensiones más magras, más impuestos, más años cotizando o todo a la vez. Y porque los casi nueve millones de pensionistas que votan constituyen un lobby lo suficientemente fuerte como para abordar el reto con la frialdad de un cirujano. Lo que se nos antoja obvio a algunos es que el de las pensiones no es un problema que se resuelva con más nacimientos: no recuperaremos el nivel de desempleo previo a la crisis hasta 2033, y en 2020 seguiremos teniendo unos cuatro millones de parados. Más población no garantiza más y mejores pensiones mientras no rocemos el pleno empleo y no actualicemos las edades de jubilación en consonancia con el aumento de vida.

No es agradable oírlo y habrá que posponer el retiro a los bosques de hayas y robles. En 1975 había unos tres millones de pensionistas y la población ocupada era 12 millones; hoy los números son, respectivamente, nueve y 18. Calculen los ratios. Ese coeficiente, es decir, la tasa de dependencia, es lo que debemos corregir. No me hablen de "invierno demográfico" con un paro juvenil escalofriante. A no ser que de lo que se trate sea de otra cosa.

PS.: La paguita. Esa dorada quimera de cualquiera que, al parecer, se precie. La paguita para no pasar calamidades, para no tener que doblarla, para estar al sol no sólo los lunes. O, como dijo aquel, que trabajen ellos.

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