La caída del precio del petróleo y sus consecuencias

Análisis

En el corto plazo es evidente que este fenómeno perjudica a los países productores y beneficia a los consumidores pero hay que mirar más allá y tener en cuenta otras variables.

Joaquín Aurioles. Universidad De Málaga

23 de enero 2016 - 10:08

PLORIFERAN por todas partes los ejercicios de identificación de ganadores y perdedores con el desplome del precio del petróleo por debajo de los 30 dólares, una caída del 50% con respecto a julio que se acumula a otra de intensidad similar en los doce meses anteriores. La coincidencia es prácticamente absoluta en lo que se refiere a la identificación de los principales perjudicados y beneficiados, pero la valoración se vuelve algo más compleja cuando se introducen el medio y el largo plazo y otras consideraciones dinámicas.

Anticipemos que la subida en el precio de un bien no garantiza en absoluto el aumento de los ingresos totales para sus productores. Todo depende de la intensidad de la respuesta de la demanda que, ante el encarecimiento del bien, se reducirá con toda probabilidad. Si el número de unidades vendidas se reduce en una proporción superior a la del aumento del precio, entonces estamos ante un caso de demanda elástica, que provoca que los ingresos del productor se reduzcan. El petróleo y sus derivados constituyen un caso ejemplar de demanda inelástica, en el sentido de que la cantidad demandada del bien cuyo precio se encarece se reduce en una proporción muy baja. En este caso, el aumento de la demanda cuando se reduce el precio es también reducido, lo que da lugar al descenso del ingreso total.

Las anteriores crisis del petróleo (73/74 y 79) se caracterizaron por una intensa subida de precios, justo lo contrario de la actual, que proporcionaron grandes beneficios a los productores y perjuicios a los compradores. También se suele considerar como crisis del petróleo la ocurrida a principios de 1986, cuando el precio del barril cayó bruscamente desde los 28 dólares a por debajo de 10. Muchos intentan encontrar paralelismos entre aquella situación y la actual, tanto por el descenso en el precio como por las maniobras de Arabia Saudita para defender su cuota de mercado. En aquella ocasión los principales perjudicados a corto plazo fueron los productores, aunque a largo plazo consiguieron beneficiarse de la consolidación de su posición dominante en el mercado durante casi tres décadas, hasta llegar a la a la crisis de 2008 con una escalada de precios sin precedentes.

La demanda en los emergentes, sobre todo de China, y el comportamiento de los especuladores llevaron el precio del barril hasta los 147 dólares en julio de 2008, cuando la revolución de los esquistos comenzaba a preparase para el vuelco completo al mercado que se produciría en la segunda mitad de 2014. La negativa de Arabia Saudita a los recortes que demandaban sus socios en la OPEP parecía una repetición de lo ocurrido en 1986, aunque en esta ocasión la resistencia de los nuevos operadores en el mercado parece bastante mayor que entonces. Los principales perjudicados por la situación en el corto plazo vuelven a ser los países productores de crudo y las empresas extractoras, especialmente los más ineficientes, incapaces de mantenerse en el mercado con el precio por debajo de los 60 dólares. También la propia OPEP, que fracasa en su intento de recuperar el control del mercado en beneficio de los productores de petróleo de esquisto norteamericano.

En el lado contrario de la balanza están los países importadores, como España, que podría conseguir reducir su factura petrolera en torno a 20.000 millones de dólares anuales, si el precio se mantiene en los niveles actuales. También algunos sectores especiales, como el transporte y el de la energía eléctrica, así como el gasto de los hogares, para los que podría suponer una importante inyección de renta disponible, aunque también se pueden identificar inconvenientes, como, por ejemplo, sus posibles efectos deflacionistas. En cualquier caso, estamos hablando del corto plazo, pero hay que señalar que los agentes terminan adaptándose la nueva situación con el tiempo y sus efectos comienzan a diluirse. Se estimó que la relación entre precios y renta durante la crisis de los 70 llegó a ser de -0,29, es decir, que un aumento del 10% en el precio del petróleo provocaba una contracción en la renta del 2,9%, pero que el coeficiente se reducía hasta -0,7% si el cálculo se actualizaba hasta 2005, lo que se interpretó como consecuencia de una reacción preventiva de la economía ante este tipo de perturbaciones. Estas mismas investigaciones han encontrado que los beneficios para los productores de las subidas de precio son mayores que los de las bajadas para los compradores y se concentran en pocas manos, lo que lleva a considerar que cuando baja el precio del petróleo también tiene lugar una saludable redistribución de rentas.

La perspectiva dinámica obliga a considerar otros matices habitualmente ignorados. Por ejemplo, que se reducen los costes de producción en un buen número de actividades consumidoras de petróleo y plantea a los productores menos eficientes un importante reto tecnológico para mantenerse en los mercados. También eleva el nivel de competencia y acaba con la incertidumbre sobre el agotamiento de las reservas a medio plazo. Puede suponer, en cambio, una relajación en el esfuerzo para mejorar la eficiencia energética y, sobre todo, en el desarrollo de tecnologías energéticas alternativas a las de origen orgánico. En cualquier caso, si limitamos la pregunta a las consecuencias sobre la economía mundial, la respuesta es que la caída del precio del petróleo supondrá un impulso importante a la recuperación de la producción internacional.

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