El Fiscal

No sobran nazarenos, sobran sillas

  • Los nazarenos nunca molestan, nunca estorban, hacen la Semana Santa cuando acompañan a las sagradas imágenes

Un nazareno pasa por delante de una parcela de sillas

Un nazareno pasa por delante de una parcela de sillas / M. G. (Sevilla)

NO veo necesidad alguna de abrir un debate en torno al número de nazarenos y las posibles limitaciones. ¿A cuento de qué nos ponemos ahora a valorar restricciones cuando llevamos dos años sin pasos en la calle? Vamos primero a organizar bien la primera Semana Santa que convive con un virus (aunque sea en retirada, Dios lo quiera) y después veremos cómo evoluciona la fiesta. De ninguna manera es urgente debatir sobre el numerus clausus en los cortejos, un asunto para aburridos que, además, revela en todo caso la incapacidad del Consejo de Cofradías para ofrecer un repertorio de soluciones.

¿No tenemos un organismo que debería asumir de suyo toda la logística de la celebración? Pues que demuestre que sabe hacer algo más que elegir pregoneros y recaudar el dinero de las sillas y repartirlo. Siempre nos pareció muy bien cómo obró el actual equipo a cuenta del Martes Santo al revés: con determinación y asumiendo el coste social y las críticas. Pues, llegado el caso, que haga lo mismo.

La Semana Santa está en continua evolución. No resten nazarenos, busquen cambios de día, de horarios y de itinerarios. Si este año se produce esa “explosión de júbilo” que teme el Ayuntamiento en cuanto a público y nazarenos, vayan preparando medidas para que no suponga un problema. Pero tenemos claro que el problema no es el número de nazarenos. La de 2022 debe ser una Semana Santa que afiance un modelo de seguridad que reduzca al mínimo la probabilidad de incidentes como los sufridos hasta en cinco ocasiones en dos décadas. El debate está en el comportamiento del público en la calle, en cómo organizamos con seguridad sanitaria la salida y entradas de las cofradías en sus templos, en el posible uso de las mascarillas en las aglomeraciones, etcétera. ¿Quién se pone a prohibir la salida de hermanos en su cofradía? ¿Con qué criterio? ¿Y si llueve un año qué hacemos?  

Algunos deberían ver la película de la Fox que enseña la Semana Santa de los años veinte: hermosa, pero mucho más pobre que la actual. Los hermanos han hecho grandes sus cofradías, las han socorrido en momentos difíciles, las han enriquecido en el mejor de los sentidos. Los hermanos son lo primero. Limitar su participación sería un horror. Hay que decir aquello que proclamó monseñor Asenjo cuando muchos estábamos hasta el gorro de los jaleos de la Madrugada: “¡Dejadnos en paz!”. Vamos a poner el foco en lo debido este 2022:la seguridad tanto sanitaria como en la calle. El nazareno nunca molesta, acaso debe ser protegido. El nazareno sufre y merece respeto. El nazareno debe ser cuidado, pues demasiadas veces ha sido orillado en favor de un protagonismo excesivo de capataces y costaleros.

El argumento de que es inaguantable ver pasar nazarenos resulta pobre. Y si los nazarenos perjudican la seguridad, es para apagar la luz y marcharnos. Estudien y trabajen los que tienen que hacerlo. ¡Dejen a los nazarenos en paz! Si sobra algo en la Semana Santa son sillas en el avispero de la calle Sierpes. Pero, claro, si quitamos las que hay que quitar perdemos dinero. ¡Ay, pájaros que os veo volar! Ya salió el poderoso caballero. Los hermanos tienen el derecho y obligación de hacer la estación de penitencia, los hermanos son los que sostienen la hermandad, los nazarenos que acompañan a las sagradas imágenes hacen la Semana Santa. No perdamos de vista lo esencial. No adaptemos la Semana Santa a los frikis que consumen pasos, enseñemos a ver una cofradía, a apreciar los detalles de un cortejo y si se quiere a buscar los ciriales con respeto.

La pintora María Tapia, el concejal Juan Carlos Cabrera y el cartel, en el acto de presentación. La pintora María Tapia, el concejal Juan Carlos Cabrera y el cartel, en el acto de presentación.

La pintora María Tapia, el concejal Juan Carlos Cabrera y el cartel, en el acto de presentación. / Juan Carlos Muñoz (Sevilla)

El cartel de la alegría

María Tapia (Jaén, 1991) es la joven autora del cartel de las Fiestas de Primavera de 2022, el año del reencuentro de la ciudad con la Semana Santa y la Feria. Nos encanta la obra porque logra el impacto que esperamos de un cartel, es fácilmente reconocible por ejemplo desde lejos, se familiariza uno con la obra con rapidez, y ha logrado una estampa original de un icono tan usado y universalmente conocido como el Giraldillo. Basarse en el símbolo de la ciudad por antonomasia era de entrada una apuesta difícil. María ha logrado un buen resultado. Ella le ha puesto nombre al cartel: ‘Alegorías’.

El Giraldillo es una figura femenina y representa el triunfo de la Fe. Si el cartel nos ha gustado y mucho porque sencillamente es alegre, todavía nos gustó más que la autora acudiera al Salón Colón luciendo la chaquetilla de un traje de luces, guiño a la fiesta de los toros que tanta buena promoción necesita en estos tiempos. La pintora explicó a los presentes que sacó la idea de un antiguo cartel de Francisco Narbona. Con la chaquetilla rindió también homenaje a la moda y a los diseñadores. El cartel lo tiene todo con una sencillez meritoria. La clave está en los colores.