"He sobrevivido a casi todo, en la cuerda tensa"
-Entrevístese a sí mismo.
-Pregunta: "¿Qué haces aquí con 75 años?" Respuesta: "No sé hacer otra cosa". Hay una frase de Arturo Pérez-Reverte que me retrata muy bien: "Tico Medina sabe que si para, palma".
-Un poco lapidaria, ¿no?
-Aplastante, sí. Pero no estoy preparado para sentarme a ver pasar la vida. Soy un reportero, un contador de historias.
-¿A cuántos personajes ha entrevistado?
-A miles. Cuando digo que he hecho 50.000 entrevistas la gente se preocupa. Pero es que ha habido días en que he hecho ocho o diez para la radio. Y llevo 50 años en el periodismo.
-Eso hace mil al año.
-En la Guerra de los Seis Días, que cubrí desde el lado judío, hice en un solo día tres entrevistas de portada para Abc: por la mañana, Golda Meir, al mediodía, Ben Gurion, y por la tarde, Mose Dayan, el guerrero mítico del ojo tapado.
-Entiendo que le llamen prolífico Medina.
-Eso lo digo yo en broma. Puedo presumir de haber entrevistado en exclusiva a John Lennon, que era el alma de los Beatles, cuando vino a Almería a hacer su película. Y fue portada en Pueblo.
-¿Cómo era John Lennon?
-Los genios tienen siempre resplandor. De aquella entrevista recuerdo que, mientras hablábamos, estaba llevando el compás. Luego se supo que allí había empezado a escribir una de las grandes canciones de su vida.
-Aquello ocurrió en pleno franquismo.
-Todos los que estábamos en una primera línea de choque en aquellos años teníamos que vérnoslas con la censura. A los que estábamos los primeros en antena nos avisaban de que Franco estaba viendo la televisión.
-¿Y qué sentían?
-Sabíamos que ese día nos lo jugábamos todo.
-Pero usted nunca tuvo problemas con el Régimen.
-Muchas veces, aunque poca gente lo sabe. En ocasiones me la jugué claramente.
-Cuente, cuente.
-Un día que estaba doña Carmen Polo en un acto benéfico hablé de la dama de negro. Recuerdo que se produjo un silencio asombroso en la sala. Cuando comprendí que me iba a coger el toro añadí: "Por supuesto, me refería a la censura".
-¿Le censuraron muchas veces?
-Conservo galeradas tachadas de mi entrevista con Che Guevara y de mis viajes con Fidel Castro. Eran los años heroicos, cuando Fidel baja de la montaña y aún conserva el resplandor de la historia.
-¿Qué recuerda de aquel Fidel?
-Tenía brillo. Cuando lo vi la primera vez, bajaba de la sierra, y le esperaban gente como Jean Paul Sartre y su mujer. El Fidel que entró en el hotel Capri era un hombre grande, con barba negra y dos estrellas en la bocamanga.
-¿Lo conoció bien?
-Fui a hablar con él muchas veces, hasta que fue evidente que no tenía sentido seguir hablando de algo que había fracasado.
-¿Y del Che, qué recuerda?
-Tengo el recuerdo de su resplandor, como lo tengo de la madre Teresa, del padre Vicente Ferrer y de fray Leopoldo de Alpandeire. Este último iba por las calles de Granada casi flotando, como los ángeles.
-¿Y quién resplandece hoy?
-Ésta es una época de resplandores opacos. Nos hemos acostumbrado a bajar de sus pedestales a la gente, pero todavía nos quedan grandes como Nadal, José Tomás, García Márquez y Stieg Larsson.
-Si le tocara entrevistar hoy a ZP, ¿por donde empezaría?
-Pienso que actúa con sinceridad, no creo que mienta. Pero le preguntaría por qué siempre es la clase media la que sucumbe.
-¿Es usted un reportero a la antigua usanza?
-Soy un reportero como tiene que ser, con una gran capacidad para la sorpresa. Sin perder la intuición por la noticia y, sobre todo, diciendo la verdad. Que no es tú verdad.
-¿Se considera un superviviente?
-Somos como los náufragos de García Márquez, que hemos sobrevivido a casi todo, siempre en la cuerda tensa. Yo me he criado en el límite.
-¿Qué le atrae de la España cañí?
-Si lo dice por mi último libro, le respondo que Manolete no es de la España cañí. Murió en la plaza. He escrito la historia de la muerte de Manolete.
-Pero hay otras biografías: la de Lola Flores…
-Me inclina hacia ellos un instinto raro. He hecho las memorias de Julio Iglesias; tres meses con él en Miami. También escribí el libro de El Cordobés padre, El oro y el barro del Cordobés, y el de Ortega Cano.
-¿Los toreros son una especie a extinguir?
-No, mientras haya pasión en los genes. Me refiero a algo incalificable, a todo lo que tiene un golpe de sangre, arte y valor. Lo que Federico define como el duende, "pues el duende es pequeño como una almendra verde".
-¿Qué hace diferente al torero?
-No hay gloria más tremenda que la de alguien que se puede morir ahí abajo. ¿Por qué todos dicen "ole" al mismo tiempo en la plaza? La razón es enigmática. Lo llevan dentro. El torero me importa hasta que sale a hacer el paseíllo.
-¿Qué le interesa de la vida de Manolete?
-Su enorme esfuerzo, y esa frase suya angustiosa que le decía a quienes quería mucho: "No sé por qué la gente quiere siempre verme a hombros, pero camino de la enfermería".
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