"La tranquilidad que tenía en Lorca se ha quedado en el camino a Granada"
Mari Cruz Martín, que trabaja en la localidad murciana desde 2006, relata cómo vivió el sismo
Mari Cruz Martín llegó en 2006, año en el que un terremoto se llevó por delante Zarcilla de Ramos. Ahora está en Granada, en su casa hasta que se reanuden las clases. Aquí intenta asimilar lo ocurrido en las horas que siguieron al sismo que sacudió Lorca y que se ha llevado por delante la vida de nueve personas.
Tras el primer temblor de la tarde, Mari Cruz, profesora de Logopedia en un centro de educación especial, ni se inmutó. "Este ha sido un terremoto como los que hay en Granada", aseguró con aplomo a sus compañeros de trabajo, a los que tuvo que tranquilizar. Sin más, salió del centro educativo en el que da clases rumbo a las pistas de pádel. "Menos mal que me fui en coche en lugar de en bici", recuerda con alivio.
"De repente di un salto sin haberme movido". Era el segundo seísmo de la tarde, el más potente y el que generó los mayores destrozos. "Me despegué del suelo y enseguida supimos que era un terremoto". Mari Cruz sonríe. "Seguimos jugando una hora más". Ella y sus compañeros de juego sólo se percataron de una nube de humo que procedía del hotel Jardines de Lorca, a apenas cien metros de donde estaban. "Vimos la polvareda. Era la pared del edificio, que se había caído". En ese momento, pensaron que era sólo una cornisa que se había desprendido de la fachada.
También escucharon las sirenas de las ambulancias, pero tampoco se preocuparon. Luego supieron que los vehículos sanitarios iban a una residencia de ancianos, que estaba siendo desalojada.
La tranquilidad con la que esta granadina vivió la hora que siguió al terremoto se quebró cuando salió de la pista de pádel. "Cogí el coche y, conforme avanzaba, vi la circunvalación con coches parados, las ambulancias, los coches de la Policía...". Las señales de lo ocurrido también eran palpables en las lunas de los locales comerciales y en la parte baja de las fachadas de los edificios. Incluyendo el bloque en el que esta granadina vive en Lorca, un edificio construido en 2007 que se ha quedado sin portal. Consiguió llegar guiando su coche por calles en dirección prohibida y esquivando como podía gente y escombros.
A pesar de los desperfectos en la fachada, que la escalera se había quedado al aire y que el ascensor no funcionaba, "sólo pensaba que tenía que ser racional, mantener el control, guardar la calma". A Mari Cruz le dio tiempo a coger lo imprescindible. Y una bolsa con fruta. "Vi a un grupo de antiguos alumnos, subí, la cogí y se la di. Pensé que yo me venía a Granada y no me iba a faltar nada, pero a ellos...".
De nuevo en la carretera, sintió como ese aplomo desaparecía. "La tranquilidad que tenía en Lorca se quedó en el camino a Granada", explica. Lo primero fue tranquilizar a su familia. No puede contener las lágrimas cuando recuerda la llamada que hizo a una de sus tías, con la que vive su abuela, de 88 años. "La llamé enseguida para que mi abuela supiera que estaba bien".
Reconoce que, pese al cansancio, apenas ha podido dormir tres horas. En la mañana de ayer desayunó dos tilas y un lexatin. "Menos mal que me ha pillado con amigos, menos mal que no estaba en casa, menos mal que el coche no estaba en la cochera...".
Las clases se han suspendido de forma indefinida, pero Mari Cruz volverá a Lorca este mismo fin de semana. No puede evitar sentir preocupación por los que se quedaron allí, algunos también granadinos. Con muchos todavía no ha podido contactar, pese a que todo el día de ayer lo pasó enganchada al teléfono. "He hablado con gente que ha tenido que ir a Puerto Lumbreras a desayunar porque no tenían nada que comer".
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