El futuro que nunca llegó a suceder
El tiempo que está por venir siempre ha sido fuente de inspiración para los diseñadores de moda, que experimentan con materiales y formas desde hace años.
El ser humano siempre ha sentido una gran curiosidad por cómo sería su vida en el futuro. No hay que olvidar que Julio Verne fue uno de los primeros visionarios pensando submarinos y viajes a la luna, que posteriormente plasmó Méliès en 1902 en su famoso film. Es en ese siglo XX y hasta los años 60 cuando se da el movimiento del retrofuturismo, que concentra las expresiones artísticas sucedidas en el momento pero que se inspiran en un futuro imaginario.
Esa tensión entre la estética clásica y contemporánea con la tecnología y la vanguardia no pasó desapercibida para el mundo de la moda, que supo plasmar el ideal del 'sueño americano', donde las máquinas serían las encargadas de simplificar la vida diaria. Fue en ese momento, en plena carrera espacial, cuando los trajes de astronautas saltaron de los campos de alto rendimiento a las pasarelas de la mano de Adré Courrèges. El diseñador francés presentó en 1964 Space Age, una colección a medio camino entre la corriente pop sesentera, con colores flúor y formas geométricas, y la moda que pensaba que se llevaría en el año 2000. El plástico y el metal fueron los materiales predilectos y el blanco el color el que tiñó la mayoría de las prendas que consiguieron reinventar la estética del momento.
Al mismo tiempo, Paco Rabanne hizo su primera aportación al retrofuturismo junto a Christiane Ball y Emmanuelle Khanh: el diseño de un gorro con gafas de sol incorporadas. La original prenda fue ideada en plástico y vinilo, lo que ya dejaba entrever el gusto del diseñador por la experimentación con materiales y formas, conceptos que le atraían tanto o más que el propio resultado final. La comodidad era algo superfluo para Rabanne y de ahí nacieron sus famosos vestidos con placas de rhodoid (acetato de celulosa); doce prendas que llevaban la etiqueta de "12 vestidos imposibles de llevar en materiales contemporáneos". Papel, cuero fluorescente, punto de aluminio o metal amartillado fueron otras de sus materias primas con las que concibió piezas que se asemejaban en muchas ocasiones a esculturas.
Quien también comparaba su trabajo al de un escultor era Pierre Cardin, quien estuvo fuertemente influido por la geometría, especialmente por los círculos. Esas formas se unieron a diseños simples, dando como resultado prendas novedosas pero al mismo tiempo funcionales: justo lo que se pretendía de las máquinas en el día a día.
Andrés Sardá subió a unas modelos 'galácticas' en la 58ª edición de la Madrid Fashion Week; Miró, Konrad Muhr e incluso Miguel Palacio. Son muchos los diseñadores que todavía hoy tienen al universo y al futuro como fuente de inspiración, pero también se observa cómo falta parte de esa chispa de genialidad a la hora de innovar. Porque aunque no se haya avanzado tanto como se creía, sí es cierto que se sigue mirando hacia delante.
No hay comentarios