La Caja Negra

Cosas veredes en Sevilla

Terraza de veladores con carpa junto a la muralla de la Torre de la Plata.

Terraza de veladores con carpa junto a la muralla de la Torre de la Plata. / Juan Carlos Muñoz (Sevilla)

Seamos pesimistas. En materia de conservación del patrimonio histórico en Sevilla siempre podemos ir a peor. No falla. Cuando no sufrimos una fuente horrorosa en la Puerta de Jerez que rompe el fondo regionalista de Espiau del Alfonso XIII, nos meten una fachada rosa enfrente del recién restaurado convento de Madre de Dios, el de las tiernas magdalenas de las hermanas dominicas ("Ave María Purísima, hermana"), o nos levantan mamotretos en la Palmera y en las calles Castilla o Santander. Y no pongamos más ejemplos que está en el horno el pavo trufado de la Nochebuena. 

Si la mayoría de las cabezas en España embisten más que piensan, ¿qué me dicen de los veladores de Sevilla? Los veladores son ya como las personas: de orden, que cumplen la normativa o estorban, feos, bonitos, insulsos, de colores o asépticos y, por supuesto, los hay agresivos. Hemos visto veladores empotrados contra la muralla del Alcázar en la preciosa Plaza de la Alianza, o contra la fachada del Palacio Arzobispal que meten más presión que la bulla de una procesión extraordinaria por las que se pirra nuestro querido monseñor Saiz, que ahora dice que hay que endurecer los permisos para sacar santos fuera de temporada. Me recuerda al embajador del Reino Unido al que el régimen franquista metió presión con cientos de manifestantes para reclamar la soberanía de Gibraltar. El dipolomático fue llamado por el Gobierno español por si quería que le enviasen más policías. El buen hombre respondió con claridad: "Me basta con que no me manden más manifestantes". ¡Pero si Su Excelencia es quien ha convocado al Ejército de Tierra, Mar y Aire para el cierre del congreso al sacar a la la Macarena, el Gran Poder, la Esperanza de Triana, el Cachorro....! ¡Nadie había llegado tan lejos! ¿Endurecer? La Pastoral del Tachiro es una invención del simpatiquísimo monseñor Saiz. ¡Y está en su derecho, oiga! Como nosotros de decir la verdad sin incurrir en déficit de eclesialidad. 

A lo que íbamos, que damos más rodeos que los sufridos nazarenos del Señor cuando retornan a San Lorenzo. En Sevilla te sorprendía una procesión en una esquina o en un atasco metido en el C-2. Ahora te sorprende una terraza de veladores donde menos uno se lo espera. No ya atacando monumentos a la vista de todos, sino en los sitios más discretos. Como el personal no conoce la Torre de la Plata, preciosa donde las haya pero sin protagonismo alguno porque tiene cerca la Torre del Oro y, ay, Sevilla es la ciudad de la Giralda por antonomasia, no se han dado cuenta de que sus murallas están eclipsadas por mesas, sillas y carpas de la que hacía montar Gadafi en sus viajes fuera de Libia. ¡Mala suerte la de la Torre de la Plata que sería reina en muchas ciudades y en Sevilla no pasa de mera torre en el tablero del ajedrez!

En Sevilla das la mano a algunos hosteleros y te cogen el brazo, el tabaco, el mechero y la tarjeta de Tussam. La desgraciada Torre de la Plata, con sus siglos de historia, sufre ora un aparcamiento indiscriminado, ora el tsunami de los veladores, ora el orillamiento por ser la tercera hermana y encima regordeta de las tres torres del espacio declarado Patrimonio de la Humanidad. Por las noches pareciera que le han montado una verbena de barriada, vistas las bombillas de la terraza. Ese espacio en una ciudad preocupada por su patrimonio histórico estaría más que cuidado y cotizado, no al libre criterio de un particular. ¿O tal vez nos gustan las verbenas? A lo mejor somos los sevillanos de hoy los que tenemos que plantearnos si estamos a la altura de la historia de la ciudad en la que nos ha tocado nacer. Y deberíamos ir a que nos lo miren: "Doctor, en ocasiones veo veladores. Y muchos embisten murallas, algunas del siglo XII".