La caja negra

La línea Maginot de los bares de Sevilla

  • Mañana reabre la bodega Morales en el barrio del Arenal y queda completada tras meses de pandemia una de las mejores rutas de tabernas: del Rinconcillo hasta el Casablanca. 

Las características tinajas del salón de veladores de la Bodega Morales

Las características tinajas del salón de veladores de la Bodega Morales / M. G. (Sevilla)

Abren, luego existen. Mañana se podrá entrar de nuevo en Bodega Morales al terminar la jornada laboral, a la finalización de la misa en la Capilla Real o del funeral en la Carretería o el Baratillo. Este lunes se pueden reencontrar con la barra de un clásico o con el salón de veladores que custodian las enormes tinajas de cemento. Faltaba Morales, sí. Hasta de otras ciudades nos preguntaron cuándo abriría Morales. Por fin estará completa esa suerte de línea Maginot de la hostelería sevillana del centro. Los amantes del tabernerío local ya tienen todo abierto desde El Rinconcillo en Santa Catalina hasta el Casablanca frente a la Moneda. Claro que hay caídos, pero está visto que los auténticos resisten, sobre todo los que conocen ya varias generaciones de propietarios de la misma familia.

En el centenario Rinconcillo te encuentras a Alfonso Guerra en un acto social, o al pintor Ricardo Suárez tomando fotografías a un coronel de tinto y echando de menos la tertulia de García Gómez con Félix Pozo y el farmacéutico Juan Alba. García Gómez era el retratista de Curro Romero, el pintor que tuvo un cuadro en vida en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Nos parece ver hoy la tertulia en un momento de guasa gorda. García Gómez le dice a Alba que no se sabe ni la fórmula de la aspirina, y el boticario le replica al artista que no sabe pintar. Qué cerquita está el Quitapesares de Álvaro Peregil, en la Plaza Ponce de León donde está ese hotel que parece anclado en los años ochenta. Cualquiera diría que en la sala de la televisión van a proyectar la serie Uve, la de los lagartos.

Los bares marcan la vida de una ciudad que se teme lo peor a fin de mes, que barrunta nuevas restricciones en breve. Una vida que se pulsa como nunca estos días en una barra o un velador. El corazón de la urbe late en las tabernas, en los mercados, en los comercios. No hay comisión de la reconstrucción más fiable que la de quienes abren las puertas y levantan las persianas de sus negocios. Que se lo digan a Victoria, del Baco de Cuna, donde ya te encuentras con la clientela de siempre, como doña Maribel Goñi y Luis Rey. O al Cañabota de Orfila, donde siempre hay una copa de Albariño para Mariló Montero, un refresco para el barítono Carlos Álvarez o una ensaladilla para el doctor Federico Alonso Aliste.

Flamenquines XXL se pueden tomar ya en el Santa Marta. Tortilla gorda de patatas para quien lo prefiera. Y en la misma plaza, en La Jaula de Papel, se ve al maestro Marvizón disfrutando de una ensalada de bacalao y naranja.

Llegando a la Campana se ve abierto El Cateca, donde está Carlos Herrera ante una copa de Cristina, un oloroso elegido como aperitivo exprés. El experto Euleón siempre prefiere Amontillado en esta taberna. Hay que hacerse un hueco en la barra sin superar el aforo máximo. El doctor José Carlos Orta tiene el mejor sitio.

Abierto está el Sevillanía, el Blanco Cerrillo y la Flor de mi Viña, entre otros, en esa calle José de Velilla, que siempre tiene aspecto de calle trasera, pero que es principal en cuanto a bares se refiere. Por ella camina Manuel del Cuvillo, hermano mayor del Rocío, a la búsqueda de posada donde comer. Cuvillo viene del Ventura del Arenal, donde el letrado Javier Cossío tomaba un café tardío, y ahora toca la hora de algo sólido en esa Viña donde sirven la ensaladilla que tanto le gusta a Antonio Casado.

Sierpes se parece ya a Sierpes con la Campana y Ochoa a pleno rendimiento. Los discretos prefieren esconderse en El Pica. Los amantes de la pasta italiana de alta calidad, en el callejón donde está el Vesubio. No está ya la Reja, pero sí el Laredo, de los primeros en abrir este verano. Camino de Trifón siempre hay que recordar a Manuel Sánchez Cuevas y su ilusión por La Barbiana, ¿verdad Paco Hermosilla? Hoy sigue abierta por sus hijos. Otro negocio que se mantiene gracias al impulso familiar. Muy cerquita, en General Polavieja, el siempre solvente Don Carlos, unido por la sangre y la memoria con  el Portón

Reyes Morales, de Bodega Morales Reyes Morales, de Bodega Morales

Reyes Morales, de Bodega Morales / M. G. (Sevilla)

Trifón lleva una semana atendiendo al público. María Gómez, tercera generación del negocio, está siempre vigilante. Taco de bonito va y anchoa mariposa viene. Rollito de jamón de york con bonito para la esquina, y espárragos con chorreón de aceite virgen extra para los señores que están junto al azulejo de San Fernando, donde siempre recordamos una foto del inolvidable Juan Moya Sanabria.

Muy cerquita de Trifón, la ensaladilla de la cervecería Internacional, con la barra perfectamente adaptada para tiempos del Covid, y Casa Moreno, con Emilio recorriendo una y otra vez la barra a la velocidad de Santa Marta de regreso.

Don Juan Robles es el ojo del amo en su casa de Placentines, la casa madre del grupo. El catedrático Manuel Marchena es el vigía habitual de una privilegiada terraza de veladores. Cualquier día le ponen una estatua de bronce como a Torrente Ballester en el salmantino café Novelty. Después de Garmendia, no hay cliente más fiel que el geógrafo.

La línea imaginaria de defensa de la hostelería local continúa con Morales abierto desde mañana con toda la artillería de su carta. Morales sólo para sevillanos en este septiembre donde cuesta un mundo generar alegría, Morales para hermanos del Sagrario, funcionarios de la Junta y padres nostálgicos de niños carráncanos después de un Jueves de Corpus. Morales sin turistas, de momento. Esos turistas que invadían el negocio a primera hora de la tarde y que dejaban los huecos libres a los sevillanos al final de la noche. Ya volverán, seguro que lo harán, pero de momento quedan meses por delante en los que no hay más remedio que sacar la parte positiva de la tragedia.

La línea trazada sigue en la Moneda, templo sanluqueño a la vera del Postigo, por donde cruza Paco Cuéllar camino de la capillita que nunca cierra: la de la Pura y Limpia. Y remata en el Casablanca, frente a la Moneda, donde siempre te reciben con patatas aliñadas. Nos recuerdan, por supuesto, los afluentes por donde ya corre el agua lejos de esta línea, un rosario de lugares de renombre como El Sereno (Monsalves), El Miarma (Puerta Real), La Candelaría (San José), Casa Román (Plaza de los Venerables), El Comercio (Lineros), Bajo de Guía (Adriano), La Raza (Parque de María Luisa), Becerrita (Recaredo), la Abacería de San Lorenzo (Teodosio), Portarrosa (Arenal)...

Algún día nos tocará contarle a los sevillanos del mañana que conocimos una ciudad sin fiestas y sin bares, como nuestros padres y abuelos conocieron la de las cartillas de racionamiento, la de la nieve o la de la última riada con las barcas con remos por el barrio de la Calzada. También podremos contarles que un día fueron reabriendo los valientes taberneros, incluso cuando Madrid se cerraba por zonas, para seguir contribuyendo cada día a sacar adelante una ciudad que presume de belleza hasta cuando está dormida. Y duerme mucho. Demasiado.