La caja negra

El misterioso cierre del kiosco de la Campana

  • Hace seis meses que echamos de menos a Miguel en la plaza con los periódicos. Se ha tomado un descanso, una suerte de excedencia. 

El misterioso cierre del kiosco de la Campana

El misterioso cierre del kiosco de la Campana / M. G. (Sevilla)

HACE seis meses que está cerrado. Es cierto. El popular kiosco de la Campana está sin actividad. Conocido por muchos como de Curro, su hermano Miguel es quien lo ha llevado durante muchísimos años. Se trata de uno de los misterios de Sevilla: el kiosco de Curro es en realidad el de Miguel. El cierre es provisional, porque los kiosqueros descansan, como todo el mundo. Preparan su jubilación, echan las cuentas, hacen planes de futuro o simplemente se toman un descanso.

Estás acostumbrado a ver siempre abiertos los kioscos, desde bien temprano, como las farmacias y algunos supermercados. Pero un día te das cuenta de que hace tiempo que no abre uno en particular y te preguntas qué ha ocurrido, qué fue de su propietario, la razón por la que ya no comparte contigo los amaneceres. Pasa con los cuponeros, que cambian de esquina y los echas de menos un buen día porque no oyes cantar los números ni proclamar la buena vida que te espera tras el premio, o con las calenterías, que de pronto se vienen abajo como negocio porque la gente prefiere los yogures con trozos de fruta, e incluso con ese bar de cabecera que un día no abre y te deja desamparado. Hay negocios que son como los muebles de casa, no concibes que no estén, porque siempre están.

Miguel, en el kiosco de la Campana Miguel, en el kiosco de la Campana

Miguel, en el kiosco de la Campana / M. G. (Sevilla)

Miguel se ha pasado 54 años en el kiosco de la Plaza de la Campana. Y ahora se ha tomado una suerte de excedencia. De hecho, en el Ayuntamiento siguen esperando la reapertura. Miguel es un fiel lector y defensor de los periódicos de papel. Pocos productos hay más románticos y hermosos que un periódico de papel, de los que te dejan enlutadas las yemas de los dedos. Miguel no conoce ni quiere conocer las ediciones digitales, tan pujantes, emergentes y de moda. Sigue en su casa con sus periódicos, como hacía en el kiosco, al que llegabas a comprar algo y te atendía casi sin levantar la vista para no dejar de leer. Por el rabillo te daba las monedas de la vuelta y sabía de sobra que no habías cogido productos de más.

A Miguel sólo le ha faltado publicar un comunicado al estilo de los de la Casa Real para anunciar el “cese temporal de la actividad” para no preocuparnos y entender que todos tenemos derecho a parar, descansar y reflexionar.

El traslado más importante

El kiosco de la Campana ha sido motivo de muchas anécdotas.En tiempos era referido para ponderar el poder de Alfonso Guerra, vicepresidente del Gobierno en aquellos años ochenta. Se decía que Guerra, al que ahora quieren hacer miembro de la Real Academia de Buenas Letras, mandaba tanto en Sevilla que el kiosco de Curro no se movía de ubicación sin su autorización. “En Sevilla no se mueve nada sin que lo diga Alfonso, ni el kiosco de la Campana”. ¿Y cuál es el traslado más importante de la Semana Santa de Sevilla?, preguntaron una vez en una emisora de radio. El personal empezó a citar ceremonias solemnísimas de cristos y vírgenes en la noche del Viernes de Dolores, todo lo cual para dar muestras de erudición, hasta que alguien apuntó la respuesta adecuada. El traslado más importante de la Semana Santa, señoras y señores, es el del kiosco de Curro, porque si no se celebra no hay carrera oficial. Si no hay carrera oficial, a ver de qué viven nuestras cofradías durante todo el año.

No, no se perderá el kiosco de la plaza. Miguel garantiza desde su Castelgandolfo particular que pronto reabrirá y se extenderá con sus expositores de periódicos, coleccionables y baratijas, porque los kioscos tienen vida: crecen por la mañana y se repliegan por la tarde. Pronto se acercará la gente a preguntar por el ventanuco si hay tarjetas de Tussam, si se recargan los móviles o dónde está la calle Arguijo o la calle Alcázares.

El kiosco lleva seis meses cerrados, pero muchísimos no nos hemos dado cuenta hasta ahora. Nada extraño si tenemos en cuenta que Sevilla es una ciudad donde una mañana de abril bajaron el Giraldillo y nadie se percató del proceso. Ni una foto, ni un vídeo. ¿Será nuestra bien merecida fama de indolentes? O quizás que muchos ven, pero callan, no vaya a ser que haya problemas por decir algo. Ese temor estúpido nos retrata como ciudad, nos relega a chismosos que sólo miran tras el visillo y hablar de puertas hacia dentro.

¡Que no le pasa nada a Miguel, el kiosquero! Está de descanso. Más de cinco décadas en la plaza bien lo merecen. Más antiguo que su kiosco sólo es la confitería de la Campana, la que ahora abre y cierra la carrera oficial desde que tiene sucursal en la Avenida, frente a la Puerta de San Miguel, como el nombre del kiosquero que ahora reposa como hizo Dios al séptimo día.

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