Cuando en Sevilla echamos de menos lo inimaginable

La Caja Negra

El Hotel Don Paco pasa de una fachada de estilo retro a una minimalista, una prueba más de que el centro de la ciudad muda de piel y genera debate más allá de las polémicas reformas en edificios catalogados

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¡Todos quietos en Sevilla Este!

La fachada del hotel Don Paco antes y después de la reforma.
La fachada del hotel Don Paco antes y después de la reforma. / M. G.

Echamos de menos muchos comercios que eran verdaderamente singulares, que formaron parte de los recuerdos de nuestra infancia o de la de nuestros padres, establecimientos a los que nos llevaron en días especiales (fiestas locales, celebraciones familiares o simplemente después de acudir a la consulta del médico), lugares de una decoración exquisita, única, especial. Echamos de menos el mobiliario urbano perdido (las sillas de hierro de la Plaza Nueva), los árboles que ya no existen (en la Avenida de la Constitución, por ejemplo) o el diseño perdido de algunas plazas (¿La Magdalena? Hay quien dice que ahora está mejor). La ciudad muda de piel. Es indudable que hay cosas que inexplicablemente han ido a peor. Dos buenos ejemplos son la Palmera y el Paseo del Marqués de Contadero por la incompetencia de los gobernantes y la inutilidad de las normativas. Dos estacas clavadas en la defensa del patrimonio histórico de Sevilla. Hay muchos más. El viejo debate se mueve entre la nostalgia, el análisis preciso y el capricho. A veces perdemos valores que no lo eran, pero asociábamos a recuerdos personales. En ellos estaba el valor. Otras nos arrebatan delante de nuestras narices edificios, fachadas o tramas urbanas de enorme valía que la ciudad no supo apreciar y mucho menos defender. Y se hace el silencio en la mayoría de los casos. En el mejor de los casos, una orden de restitución del patrimonio alterado.

Hay fotógrafos profesionales ya veteranos que lamentan no tener instantáneas de pasos de Semana Santa con la fachada del Teatro San Fernando de fondo. No era una fachada precisamente singular, pero ahí estuvo desde 1847 hasta 1969. Hay quienes echan de menos las cristaleras de la cafetería amarilla del Duque. Y el tono era chillón a más no poder, del que hoy calificaríamos con toda razón de "contaminación paisajística". ¿Y cuántos sevillanos de línea clásica acudían al café de media mañana a la búsqueda del limpiabotas del bar? Por supuesto hay cientos de vecinos de Los Remedios que evocan la confitería Nova Roma por su estilo general hoy en desuso. Y todavía quedan quienes recuerdan el diseño futurista de la cafetería 2004 del antiguo Hotel Portaceli. Tenía su singularidad porque no había otro establecimiento igual. De pronto nos hemos dado cuenta de que ha cambiado la fachada del hotel Don Paco. No era como para haberla catalogado, ni mucho menos, pero tenía un aire retro que la convertía en distinta, como nos advierte un fino lector. No era la Alhambra, pero sí singular. No estaba datada en el siglo XVIII, pero evocaba ese aire setentero del que no quedan muchos ejemplos. Ahora presenta unas líneas más limpias, sencillas y con la combinación de blancos y negros que tanto gusta a los arquitectos de hoy. Dejémoslo ahí. El Don Paco está asociado a muchos momentos agradables vividos en esa plaza, por supuesto en tardes de Domingo de Ramos a la espera de las Penas de San Roque, en noches de cuaresma en la taberna de Peregil, o en las rutinarias esperas de los autobuses de Tussam... Lucía una estética de azulejos, maderas y vegetación con un rótulo con un tipo de letra que se quedó desfasado. En Sevilla se pueden echar de menos cosas absurdas, cosa que solo se explica por estar asociadas al imaginario colectivo de una ciudad que se puede permitir el lujo de idealizar lo anodino, la vulgaridad y hasta la fealdad si es preciso. En el caso del Don Paco era pura singularidad.

Sevilla en cualquier caso tiene una probada facilidad en hacer suyas las barbaridades. Ahí tenemos Las Setas, que hemos acogido y que alabamos como polo de atracción del turismo hacia el Norte del Casco Antiguo. No será por falta de argumentos... Nadie discute hoy Las Setas a pesar de que fueron muy contestadas en su día, incluido en los pregones de Semana Santa. Quizás somos supervivientes y preferimos hacer nuestro algo que ya es irreversible antes de reconocer que la fealdad existe también en la ciudad exaltada por su belleza.

El hotel Don Paco tiene ahora la misma fachada que esas casas de nueva construcción que hay en el mismísimo arrabal trianero. Es la moda. Son los tiempos. Tal vez los arquitectos sigan el mismo modelo porque no conocen otros, como recientemente ha explicado el maestro Manzano. En las redes sociales se ha generado un debate. Y es que no se trata de ningún momumento, de ninguna trama urbana. El blanco y negro minimalista te lo encuentras en el conjunto histórico y en las playas, en las barriadas de la capital y en los pueblos. La referida cafetería 2004 era única. Un caso como la fachada del Don Paco. Ahora hay un establecimiento muy bonito y acogedor a ojos de muchos vecinos, pero hay decenas iguales en la ciudad: mesas de tablero gordo, lámparas de mimbre, camareros con pinganillo ("¿Qué tomáis, chicos?"), vasos de vidrio grueso, etcétera. No vamos a llorar el cambio de estética del hotel, que seguro que ha contado con todas las bendiciones legales, pero sí observar cómo cambia la ciudad, un ser vivo que crece, se transforma, muda de estética, sufre, algunas veces mejora con más jardines, sombra y algunas rehabilitaciones ejemplares; y siempre sorprende. El problema es cuando el centro se parece cada vez más a lo que se contempla fuera de sus límites. El salón de una casa no se puede parecer a la cocina. Mucho menos al lavadero. Mera observación. Cosas de paseante impertinente y analista puntilloso. Si echamos de menos una fachada sin valor patrimonial es porque, en el fondo, la hemos vinculado con muchos recuerdos positivos. La ciudad existe en la realidad y en el imaginario.

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