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áfrica Médicos Sin Fronteras, de las pocas ONG que quedan en el país, suspendió varias veces su trabajo

Entre motines y milicias

  • La violencia vuelve a tener dimensiones alarmantes en el este de la República Democrática del Congo, que asiste desde hace 15 años a sucesivos conflictos

Motines, asesinatos y masacres: desde hace más de 15 años, en el este de la República Democrática del Congo se registran una y otra vez nuevos conflictos. Desde hace unos meses, la violencia volvió a tener dimensiones alarmantes y más de 100.000 personas están huyendo.

Los motivos son enredados y tienen sus raíces, entre otros, en el genocidio de Ruanda de 1994. Pero a las personas que son testigos inocentes de esta pesadilla les da igual qué grupo rebelde o milicia está activa. Temen por sus vidas y con frecuencia deben dejar todo para buscar un lugar seguro.

"Los atacantes llegaron de pronto a nuestro pueblo", dijo una mujer en la provincia de Kivu del Sur, particularmente afectada por el conflicto. "Sobre las casas con techos de chapa echaron gasolina para incendiarlas. Cuando el techo era de hojas o pasto, directamente prendieron fuego a la vivienda y quemaron a las personas que se encontraban en ella".

Esta madre de cuatro hijos logró huir a último momento. Pero en el ataque perdió sus pertenencias. Además fue herida y buscó ayuda en Médicos Sin Fronteras (MSF), una de las pocas organizaciones médicas que todavía se atreven a trabajar en la provincia de Kivu.

Ya varias veces sus miembros tuvieron que limitar su trabajo o interrumpirlo, porque desde abril la violencia volvió a tomar una magnitud que pone en riesgo sus vidas.

"Cuando uno cuenta a los pacientes que recientemente fueron recibidos en nuestros hospitales con heridas de bala o de machetes, esto refleja tal vez las enormes consecuencias que este conflicto tiene sobre la salud de las personas", rezaba un comunicado de MSF que fue divulgado hace poco tiempo.

Otra mujer de Kivu del Norte relató cómo sus padres fueron masacrados delante de sus ojos. "Mi madre estaba demasiado débil como para huir. Fue atacada con un machete y asesinada. Mi padre quería salir corriendo, pero le dispararon".

Relatos como salidos de una película de terror. Pero ¿de qué se trata en estos nuevos enfrentamientos violentos y quién lucha en realidad contra quién?

En el fondo es un motín de importantes partes del Ejército congoleño. Los combatientes pertenecían antes al grupo rebelde tutsi CNDP y fueron incorporados al Ejército en marzo de 2009. Esto debía estabilizar el este del país, afectado por guerras civiles.

Sin embargo, los rebeldes responsabilizan al Gobierno por el fracaso del proceso de paz acordado entonces.

En mayo fundaron el Movimiento 23 de marzo, un Ejército rebelde que desde entonces libra casi a diario duros combates con las tropas del Gobierno.

Los amotinados son presuntamente seguidores del ex líder militar Bosco Ntaganda, que es requerido por la Corte Penal Internacional de La Haya, entre otros, por violaciones masivas y el reclutamiento y uso de niños soldado.

Pero el conflicto también tiene un trasfondo étnico, porque 18 años después del genocidio en Ruanda, en el que en un plazo de 100 días fueron asesinados más de 800.000 tutsis y hutus moderados, muchos miembros de estos grupos viven entretanto en el país vecino.

Mientras que las milicias hutu que pasaron a la República Democrática del Congo aparentemente respaldan a las tropas del Gobierno de Kinshasa, los amotinados son en su mayoría tutsis.

Así las cosas, no sorprende que un informe interno de Naciones Unidas afirmara recientemente que Ruanda abastece a los rebeldes en la República Democrática del Congo con combatientes formados y material armamentístico.

El Gobierno del presidente tutsi Paul Kagame reclutó y entrenó a miembros del Estado de Ruanda, les entrega armas y los envía a través de la frontera al país vecino, aseguraba el informe.

El lugar del hecho brutal es la zona fronteriza con Uganda, una región densamente poblada y rica en recursos naturales, en la que ante todo los que padecen son los civiles.

Decenas de miles huyeron a través de la frontera, otros buscan refugio en Ruanda y muchos son desplazados en su propio país.

Ante todo, las madres tienen mucha preocupación por el futuro: "Tengo miedo por mis cinco hijos, no sé qué ocurrirá con ellos si la guerra continúa", dijo una mujer a los miembros de Médicos Sin Fronteras.

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