Alhambra Monkey Week

Se cerró el abanico musical otro año más

Ángeles, Victor, Gloria & Javier

Ángeles, Victor, Gloria & Javier / Javier Rosa

La tercera y última jornada del Alhambra Monkey Week la inicié cuando el sol ya terminó de ponerse en la explanada del Teatro Central. El escenario Alhambra se iba a vestir de gala porque sobre él iban a estar Ángeles, Victor, Gloria & Javier estrenándose como banda, para dar el primero de los conciertos de presentación de su reciente disco Tengo tres estrellas y veinte cruces, con textos del Poema del cante jondo de Lorca, que Ángeles Toledano interpretó por tientos, granaínas, peteneras, seguiriyas, bulerías, partiendo de la instrumentación grandiosa, clara e inteligente que aportaban los sintetizadores de Víctor Cabezuelo y las programaciones de Javier Martín, a los que las bellas sonoridades de la batería y las percusiones de Gloria Maurel se unían en una alquimia sabia que unió el cante jondo con la electrónica, haciendo a todos los espectadores disfrutar enormemente, de tal forma que cuando Ángeles ya no pudo reprimir el impulso que la hizo levantarse de la silla para terminar de pie y casi si amplificación las seguiriyas, el aplauso que se produjo, larguísimo, ni siquiera le permitía hablar cuando presentaba a sus compañeros y alguna lágrima vi correr, incluso.

Baile fue la primera de las piezas: La Carmen está bailando por las calles de Sevilla; Lorca por tientos tangos, el piano sintetizado dibujó el compás y Ángeles comenzó a caminar sobre el pulso que marcaban Víctor y Javier, roto por los primeros golpes de caja de Gloria, que ponía más corazón en cada tercio. Ángeles cortaba el aire y se nos metía hasta el alma a través de los oídos. Generosa en el uso de su voz, apenas un susurro en las estrofas del Suspiro tierno y un derroche en su remate con Yo tengo tres corazones, por fandangos de Huelva, demostrando que su abanico flamenco es extenso. En el tercero de los poemas lorquianos, descansó, apuntando apenas unos versos de los Cuatro muleros después de que Javier lanzase el poema de En la torre, para que Clamor se convirtiese prácticamente en un tema instrumental, acentuado todavía más después en Paisaje, sonando como los viejos brujos del deutschrock. Entre las dos cadenas sónicas, se asomó Ángeles de nuevo para clavarnos un simbólico Puñal en el corazón; la belleza de sus lamentos en el quejío habrían hecho palidecer de envidia a cualquier compás de downtempo.

Las granaínas de La guitarra tuvieron una cadencia muy dulce y Ángeles siguió en la misma línea sobre las percusiones y unos ritmos que arrasaban cualquier calidez para que la cantaora se volviese aún más estoica con La muerte de la petenera; los cortes suaves y pesimistas hacían que la escucha, en este ocaso del día fuese perfecta; la atmósfera se llenó de melodrama en una clase magistral de los tres músicos acompañantes de Ángeles para que esta se adentrase en las seguiriyas de una forma impresionante: solo queda el desierto, envolvía ella en seda el dramatismo de Lorca, sombría, radical. Esta es la pieza que cierra el disco, Y después; pero no la última de aquí. Había que cortar las lágrimas incipientes con un poquito de alegría, pero agridulce en su esencia, porque se despidieron, en un giro de ciento ochenta grados, precisamente con la que lo abre, Balcón/Madrugada, metiendo por bulerías las dos partes del Poema de la Saeta, que Lorca termina con la descripción de un balcón de la procesión y culmina comentando la madrugada tras terminar esta de pasar, cuando las voces de los saeteros, como esta noche la de Ángeles deja rastros de lirio caliente. Y la noche, en la que estábamos metidos ahora plenamente, quedaba ya para el recuerdo.

Adiós Amores Adiós Amores

Adiós Amores / Luis Romero

Nada iba a estar ya a la altura de este espectáculo. Alternando escenarios, en el Jäggermusic el dúo Rosin de Palo fue el contrapeso del regalo aburrido que todavía echaba más sombras sobre la noche. Adiós Amores volvieron a sufrir lo que podríamos llamar el síndrome de Alonso que se produjo el primer día con este cantante: a pesar de que la música nos llegaba perfectamente, las voces se escuchaban a duras penas y era imposible entender lo que decían, por mucho que Imán y Ana se empeñasen en preguntárnoslo continuamente. Su música, con respecto a las anteriores veces en que las he visto en directo, ganó anoche muchísimos enteros con la inclusión de la banda de respaldo que componían Llúcia Plá al bajo, Guille Briales a los teclados e Inhintza Arakistain a la batería, pero sus canciones, tanto las que componían esa recopilación de nombre Sus mejores canciones -aunque habría que ponerle unas irónicas comillas a la palabra de en medio- como las del disco El camino, que están presentando ahora, me siguen pareciendo inmersas en una onda fría aunque repitan que es Soleada en la canción de ese título. Grabadas pueden llegar a ser agradables debido a los detalles de los arreglos -las pinceladas de saxo de esta canción citada, por ejemplo- pero recogidas en directo conforman un libro ilegible, que los medios tratan de convertir en importante porque resume perfectamente la visión mística y de ojos llorosos que tienen algunos en las oficinas de management y de edición musical… ¿de verdad es necesario citar a Dusty Springfield y Margo Guryan cuando hablamos de estas dos chicas? Hay veces en los que a los redactores de hagiografías se les va la olla. De Dharmacide leemos que están en el cruce de caminos entre My Bloody Valentine y Joy Division, algo demasiado lejos de la realidad, pero que viéndoles y escuchándoles en la pista de coches locos, después de dejar a Adiós Amores, me brindaron una gran medida de consuelo y distracción.

Dharmacide son una banda madrileña que ha merecido la atención como productor de Mark Gardener, frontman de Ride, llena de influencias en el indie pop de finales de los primeros 90, que anoche sonó áspero, algo que, lejos de ser algo peyorativo, es un calificativo que salta a mi mente cuando estoy escuchando canciones como de Field Mice a través de Dinosaur Jr., así me parecieron las de ellos, que me mantuvieron en un salvaje abandono, sin forma de escapar del momento y del lugar en el que estaba; no me quedaba más que lo que debía: aceptarlas tal como eran, cerrar los ojos y dejarme llevar por el ruido. De vuelta al escenario principal, comenzaba el cantaor y guitarrista flamenco Paco Frutos por soleares para que se le uniesen Raúl Frutos e Inma Gómez como heterodoxa sección rítmica; ella tocando el bajo golpeándolo con un palo y él tocando la batería y arrancándose con la letra de Trono, una de las piezas que componen El Carmen 13:7, el disco que está presentando Crudo Pimento, el dúo murciano con el que los dos se meten de lleno en un explosivo cóctel de folklore y hardcore. Cuando Paco les dejó solos continuaron con una música disruptiva, a veces chirriante como al lanzar el flamenco sobre un marcado ritmo de blues. Convirtieron el sentimiento -incluso con Paco de vuelta para los Verdiales Carmelitanos- en noise y el concierto hubiese terminado perfectamente si no hubiesen invitado a Kiko Veneno para cerrar la fiesta cantiñeando unos aguilandos murcianos de sonrojo.

Kiko Veneno e Inma Gómez Kiko Veneno e Inma Gómez

Kiko Veneno e Inma Gómez / Javier Rosa

Era preciso huir. Ya en la recta final de la noche, en las salas de la calle José Díaz, entré en la Even para que el rock básico y visceral de los suecos Hearts me quitase el recuerdo del rato anterior. Si nunca habéis visto una banda en la que el batería sea el menos majara de todos, no os perdáis a Hearts cuando se os pongan a tiro. Son una banda compuesta por lo más parecido a estrellas del rock que debe haber por aquel frío país; de hecho, prácticamente todos han pasado, por ejemplo, por el extremeño festival SubeRock en bandas anteriores como The Bongo Club y Bottlecap, en esta segunda militaba Johan, un bajista con clara propensión a subirse en cualquier sitio que esté a su alcance, lo que demostró lo fuerte que están atornillados los estantes de los laterales a las paredes de la sala. Sus melodías poderosas y contundentes, como la de Slide, hicieron disfrutar a todo el público, escaso al principio, creciendo a medida que iban llegando los espectadores de los recintos del otro lado del río. El sonido de la banda se prestaba perfectamente para ello, una mezcla de indie rock, pop y punk que le daba a cada canción mucho carácter, además de ser francamente divertidas.

Hearts marcó el último gran momento de la noche y por ende del Monkey Week de este año, porque tras ellos pasé a la Sala 2 donde los malagueños The Silver Linings ofrecieron un set que te transportaba desde el New York de la Velvet Underground, muy presente en la canción con que lo iniciaron, hacia terrenos de más al sur de los USA con otras que me traían reminiscencias de Outlaws y bandas similares. Fue una pena que no pareciesen estar cómodos con el sonido y diesen muestras de ello tanto Javier Toledano, guitarra y voz; como José Gutiérrez, bajista y Lolo Cortés, batería; siendo la guitarra solista -magnífica- Catarina Serer, la única que parecía estar disfrutando y dejando preciosos solos en sus interpretaciones. A ellos les seguía Fin del Mundo, la banda de cuatro chicas argentinas que tan buena impresión había causado en quienes las vieron la jornada anterior en otro de los escenarios y además habían ganado la batalla de bandas de Radio 3 esta misma tarde. Pero se ve que esta batalla tiene poca credibilidad desde que premiaron incomprensiblemente al grupo de Ignatius Farray, porque este fallo de hoy también me olió a compromiso una vez que fui testigo de la sosería que embargó su concierto, en el que me aburrí incluso con la interpretación que hicieron de un vals en clave de rock a medio tiempo, que es uno de los géneros que más me suelen gustar. Con media docena de canciones en las que lo único destacable volvía a ser la guitarra solista, en manos aquí de Julieta Heredia, me volví a la Sala Even buscando más diversión con los chilenos garageros de Juani Mustard, que tampoco es que subieran el listón algún palmo más, pero su sonido punk y el perfil ramoniano low-fi del trío sirvió para que se desatasen, sobre todo en las versiones, algunos pogos para terminar el Monkey Week como mandan los cánones, conmigo huyendo de los pisotones.

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