FERIA Toros en Sevilla hoy en directo | Morante, Castella y Rufo en la Maestranza

Amystis | Crítica

Una vida entregada a la polifonía

Amystis en San Luis de los Franceses en la matinal del domingo

Amystis en San Luis de los Franceses en la matinal del domingo / Lolo Vasco

Sebastián de Vivanco y Tomás Luis de Victoria compartieron su infancia como niños cantores en la Catedral de Ávila, con el valenciano Bernardino de Ribera y el sevillano Juan Navarro (conocido como el Hispalensis) como maestros de capilla. Victoria es desde antiguo la figura más internacional de la música española del período, pero Vivanco ha sido poco conocido hasta recientemente, cuando la conmemoración en 2022 del cuarto centenario de su muerte ha ayudado a una mayor difusión de su obra, aunque sigue siendo un compositor bastante ignorado más allá de los profesionales del sector y los muy aficionados. El conjunto valenciano Amystis debutaba en el Femás y en Sevilla con un concierto en que se acercó a los cuatro maestros en un ejercicio extraordinariamente didáctico, que permitió apreciar algunos elementos evolutivos de la música sacra en el siglo XVI.

Amystis trata de acercarse a las prácticas de los templos españoles del Renacimiento combinando voces con ministriles, que doblaron las partes vocales en buena parte del recital de forma bastante simple (corneta con soprano, sacabuche alto con alto, sacabuche tenor con tenor y bajón con bajo), aunque hubo también pasajes en que asumieron directamente sus partes (de forma inesperada en el Caligaverunt oculi mei de Victoria, que se anunciaba para voces solas, pero en el que al final la corneta ocupó el sitio de la soprano Quiteria Muñoz, protegida por sus compañeros, pues al parecer estaba afectada por un proceso catarral) y pequeños diálogos imitativos, que no fueron tan pequeños en el Ave María a 8 de Victoria, marcando intencionadamente el concepto del doble coro con voces e instrumentos enfrentados cada uno a un lado del crucero.

Duce Chenoll explicó la intención del programa y contó algunos de sus entresijos en parlamentos breves y adecuados y su conjunto aprovechó la espacialidad de San Luis de diferentes formas: así, todo empezó con los ministriles tocando instrumentalmente un motete de Bernardino de Ribera desde la tribuna del primer piso, y después, además de la separación para la pieza a 8 de Victoria los efectivos se agruparon en diferentes formas y números a uno y otro lado de la reja que separa el altar mayor de la nave. Amystis mostró buen empaste y un trabajo concienzudo en la mezcla de timbres durante todo el concierto, con voces que en ningún caso fueron aprovechadas para el brillo solístico, sino para la expresión de concentrado fervor religioso de la música. Duce Chenoll enfatizó el carácter grave de los motetes de Ribera y Navarro, su austeridad, sin forzar en ningún caso los contrastes, lo que provocó una cierta sensación de planicie sonora, que se agravó con la dificultad para el seguimiento de los textos. En este aspecto opera una doble realidad: en primer lugar, la música resulta de una complejísima trama textural imitativa que hace difícil ese seguimiento, pero a ello hay que añadir el añadido de los instrumentos que enturbió en muchos momentos la claridad de los planos y texturas.

Fue muy interesante comprobar cómo el concierto dio un giro con el Magnificat de Vivanco, escrito en estilo alternatim (versos en canto llano alternando con versos en polifonía): no sólo es que el director valenciano diera mayor viveza a su interpretación con contrastes (sobre todo dinámicos) más marcados, sino que la misma polifonía resultó más transparente. La razón es bien conocida: las nuevas directrices emanadas del Concilio de Trento en busca de la claridad textual coincidió en el tiempo con los cambios generales que estaba viviendo la música hacia una polarización entre las voces extremas de la trama polifónica, lo que fue propiciando una mayor transparencia textural que anunciaba ya en buena medida el mundo del Barroco. Al Magnificat siguió un Sanctorum Meritis también de Vivanco interpretado de forma muy eficaz con instrumentos. 

Y el concierto terminó con el gran Victoria. Primero el Caligaverunt, un responsorio de tinieblas que Duce Chenoll tenía intención de interpretar con las voces desnudas, aunque la de Quiteria Muñoz acabó sustituida por la corneta de Israel García. El resultado sonoro fue interesante, pues la capacidad de articulación del cornetista resultó muy notable, aunque el director valenciano hizo una versión un tanto desvaída, atendiendo más a la precisión y el empaste que a la intensidad dramática que la pieza está pidiendo. Después, en el Ave Maria a 8, los efectos antifonales dieron a la música de Victoria un relieve muy especial, reforzado por el carácter gozoso y luminoso de su partitura, aunque Amystis mantuvo su visión general de este repertorio, sin enfatizar la brillantez a la que tanto nos acostumbraron durante años los grupos ingleses de polifonía.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios