Blancas & Cogato | Crítica

Canciones desde la piel de Electra

Ángeles Blancas y Tommaso Cogato en el Espacio Turina.

Ángeles Blancas y Tommaso Cogato en el Espacio Turina. / P.J.V.

Se agradece una voz poderosa como la de Ángeles Blancas, un caudal que llena la sala sin aparente esfuerzo y permite al pianista acompañante libertad para jugar con las dinámicas sin recato. Se agradece además que la soprano haga el recital completo de memoria, lo que le deja libertad para moverse por escena y explotar así su vena dramática, tan excitada siempre. Y aquí radicó el problema básico de este concierto. Blancas pareció querer decirnos que ella es Elektra y no se bajó del personaje en toda la noche.

Con una emisión algo trasera, lo que la obliga a engolar más de la cuenta y dificulta la dicción (su francés fue poco comprensible; no puedo juzgar del ruso ni del armenio), Blancas cantó casi toda la noche entre el mezzoforte y el fortissimo, siempre además con una vis dramática que rozó la sobreactuación. Ni en las cinco miniaturas encantadoras y populares de Ravel se contuvo: todo sonó plano, sin apenas reguladores ni diminuendos en los que recoger la voz. Los pasajes declamados de Debussy funcionaron mejor, aun algo enfáticos, pero en los más líricos volvió a pasar el rodillo.

Cogato acompañó atento a todas las inflexiones de su compañera, hizo un estupendo Étude-tableau de Rajmáninov y puso toda la carne en los romances del ruso, cuyos textos algo ingenuos fueron inflamados otra vez por una interpretación de un dramatismo desmedido. Con Komitas sonaron por megafonía ruidos campestres y luego Blancas recitó un texto propio de agudo pesimismo antropológico antes de que Cogato cerrara el recital con la impecable interpretación de una sugerente pieza mestiza de Fazil Say.

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