'Angelina o el honor de un brigadier', el genio de Jardiel regresa al Lope
Chete Lera y Soledad Mallol interpretan desde mañana esta disparatada revisión del folletín, la obra que el autor prefería de su producción teatral y uno de sus textos menos representados en la actualidadl 'Angelina o el honor de un brigadier'. Desde mañana hasta el día 13. Sábados, 19:00 y 21:30 h; domingos a las 20:00 y el resto de días a las 21:00. Entradas de 4 a 21 euros.
A pesar de que a sus espaldas dejaba obras tan estupendas como Usted tiene ojos de mujer fatal o Eloísa está debajo del almendro, el dramaturgo Enrique Jardiel Poncela prefería de su producción Angelina o el honor de un brigadier. Cuenta la actriz Soledad Mallol que, al final de su vida, enfermo de cáncer, el autor eligió como la favorita de su trayectoria esta pieza, una de las creaciones donde brilla con mayor fuerza el ingenio disparatado del madrileño. Los espectadores del Lope de Vega tienen la oportunidad de apreciar las virtudes de esta comedia, una de las menos representadas del escritor, que visita Sevilla desde mañana hasta el día 13 con Chete Lera, Jacobo Dicenta, Carolina Lapausa y la propia Mallol en el reparto.
Jardiel, que había colaborado con la Fox en una serie de melodramas, ideó Angelina o el honor de un brigadier para reescribir desde su sarcasmo el drama arrebatado de los folletines. Así, ubica la acción en 1880, y se remonta a ese tiempo de duelos a pistola y caballeros engominados para describir la debacle provocada en el seno de una familia después de que la hija, Angelina, se escape con un hombre, precisamente el día en que se va a celebrar su petición de mano. No es éste el único sobresalto que aguarda a don Marcial, el brigadier, que descubrirá que no sólo su descendencia ha sucumbido a los encantos del galán, sino que también su mujer le ha sido infiel con el conquistador.
El enredo se desarrolla con un ritmo frenético, con esa imaginación delirante que Jardiel imprimía a sus diálogos. "A pesar de estar en verso, no cansa", advierte Mallol. La integrante del dúo Las Virtudes sostiene que el espectador se encontrará "con una hora y media en la que no paran de ocurrir cosas. Pasa tan rápido que al final la gente nos pregunta: ¿Pero ya se ha acabado? Y tenemos que justificarnos: Es que eso es lo que escribió Jardiel", dice la actriz, entusiasta ante un personaje -Marcela, la mujer del brigadier- que es "un regalo" y agradecida a los responsables del montaje porque hayan acudido a ella, "porque cuando vienes de la tele la gente te mete en un papel, aunque, bueno, si me dan trabajo tampoco me importa que me encasillen", bromea la intérprete.
Sobre las tablas le acompaña Chete Lera, el brigadier, "un tipo lleno de honor y de valores inviolables al que todo se le desbarata" y que con los reveses que encadena hace las delicias del auditorio. "Somos así", comenta Lera, "los seres humanos nos solemos reír de la desgracia. Cuando alguien se pega un bofetón, lo primero que hacemos es reírnos, y luego preguntamos si está bien", admite el actor antes de incidir en "la velocidad de vértigo" que impulsa la obra hacia su desenlace y la diversión que ofrece el texto. "La gente nos espera a la salida para decirnos lo bien que se lo han pasado", añade.
Lera celebra la reivindicación que en los últimos años se está haciendo de Jardiel, un autor "denostado por las derechas y por las izquierdas, que se reía de sí mismo y en consecuencia se reía de todo". El intérprete ilustra con una anécdota la malicia genial del dramaturgo: para la adaptación que Hollywood hizo de Angelina o el honor de un brigadier Jardiel sugirió, para unos planos de un cementerio, que en las tumbas se leyeran los nombres de algunos críticos. El absurdo que tanto gustaba al autor resurge ahora en las manifestaciones más inverosímiles: Mallol recuerda que, en la gira que lleva la obra, hay gente que pronuncia el nombre de Angelina con acento anglosajón -"como si se tratara de Angelina Jolie"-, quien ha rebautizado el título como el horror de un brigadier y algún periodista despistado que pidió entrevistar al autor. "Y, claro, tuvimos que decirle que ahora mismo no podía ponerse".
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