Atasco doble o las dificultades de ser adulto

Juan Vergillos

23 de enero 2009 - 05:00

Es una norma casi infalible: el cante para el toque (o para el baile) es una fenomenal escuela para todo cantaor solista siempre que sepa dejar a tiempo el acompañamiento y formar compañía propia. Tal vez es éste el problema del concierto de anoche. Siendo dos intérpretes dotadas de unas condiciones excepcionales, resultó un recital fallido. Ambas llevaron sus respectivos repertorios cogidos con alfileres y sólo lograron brillar en los estilos con los que habitualmente acompañan el toque de Paco de Lucía, en cuyo grupo militan.

La Tana ofreció interesantes detalles por soleá, en los estilos de Paquirri y El Chozas, pero se diluyó después, especialemente en la seguiriya, de una monotonía melódica absoluta. En los estilos festeros levantó el vuelo pero cometió un error habitual en los cantaores acompañantes consistente en, sumergidos en su virtuosismo rítmico, olvidarse de la melodía, de forma que el fraseo se sustituye por un discurso impresionista. Impresionismo que potenció la guitarra abstracta de Daniel Méndez, cuyos ensayos melódicos truncos, habitualmente brillantes, contribuyeron anoche por el contrario a ensombrecer el recital.

Algo parecido le ocurrió a Montse Cortés, que no tuvo en Paco Heredia a su acompañante ideal en taranto, cartagenera y tientos. La falta de enjuncia fue apreciada por la cantaora, que trató de suplirla con el compás de Diego Montoya y Antonio Núñez en dos largas series festeras de tangos y bulerías donde dio fe de su estilo preciosista y medido, de manera que este último tramo de su recital fue lo mejor de la noche.

Por cierto, que resulta extraño que el programador presentara un programa doble con dos intérpretes de parecidas características, en lugar de buscar variedad: el mundo al que hace referencia el título del recital es la estética camaronero-paquera en la que militan las dos cantaoras.

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