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AXABEBA | CRÍTICA

Los milagros de las cantigas

Axabeba en el Alcázar donde nacieron algunas cantigas.

Axabeba en el Alcázar donde nacieron algunas cantigas. / ACTIDEA

Las cuatrocientas veintisiete cantigas de Santa María que Alfonso X recopiló siguen formando, al día de hoy, un corpus inagotable que está lejos de estar explorado en su integridad desde el punto de vista interpretativo. Hay muchas cantigas apenas cantadas y no digamos grabadas, lo que da pie a un amplio margen de creatividad y de novedad por parte de los intérpretes. Y aún mucho más amplio es ese margen a la hora de llevar a la práctica lo que en los códices es una simple línea de notación mensural sobre la que hay que aplicar la inventiva sometida al rigor histórico en materia de instrumentación, ornamentación e improvisaciones.

Axabeba ofreció una selección de cantigas relacionadas con Sevilla y su amplio reino, con milagros de diversa índole y trascendencia, algunos con cierto perfil frívolo que hoy nos hacen sonreír.

Todas se beneficiaron de las explicaciones de José Luis Pastor y de unas versiones que, dentro de unos parámetros de contención y sobriedad, no dejaron de posibilitar juegos de timbres y colores, además de márgenes para la improvisación. Así, cabe destacar el uso de la vihuela de rueda como simple bordón sin articular, con el consiguiente efecto de sostén armónico y de nota de color. Gil, estupendo conocedor de los vientos medievales, fue aportando también sus notas de variaciones tímbricas con la axabeba (bella improvisación inicial en la 344), las flautas (curiosa kettősfurulya o flauta doble húngara), la gaita o la cornamusa. Pastor, por su parte, también alternó con igual maestría el laúd, la guitarra y la vihuela de péñola y de rueda, firmando un íntimo acompañamiento acordal en el laúd en la cantiga 385. Núñez, finalmente, en un estado vocal espléndido, mostró ataques limpios al agudo en su primera intervención y supo usar la voz con sentido expresivo en todos los registros, con una articulación clara y una contenida pero sensible ornamentación. Y se agradece también, por parte de Núñez, la sobriedad en el uso de las percusiones en un terreno en el que tantos desafueros se escuchan.

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