Como viene siendo habitual en los últimos años, los Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla despiden el otoño con la música de Bach, ese arroyo que se hace océano inagotable y que se bifurca también en sus vástagos. Como Carl Philipp Emanuel, que compartió programa con su padre en esta velada que ofreció atriles a los becarios de la asociación.

Se inició el concierto con la presencia de Andrés Murillo como solista en el concierto de Bach padre. Tiene aún que encontrar su sonido personal y controlar la afinación, que se le fue de las manos en numerosas ocasiones, sobre todo en los movimiento de arco abajo y en el cambio hacia arriba. El sonido es algo romo, le falta brillo, pero se maneja con soltura en los pasajes más ágiles.

A continuación, Víctor García triunfó con el exigente concierto de Bach hijo, en el que lució ampliamente un sonido potente, redondo y rico en armónicos. Fraseó con mucha intensidad y agilidad en todo el diapasón, secundado por una orquesta instalada en una articulación enérgica. Su Andante fue un dechado de lirismo sin forzar el legato.La cuarta de las cantatas del Oratorio de Navidad estuvo dirigida con mucho gusto y sentido narrativo. El coro sonó con homogeneidad, los oboes brillaron, las indómitas trompas se portaron bien y los solistas estuvieron brillantes.