Bebiendo los vientos

Crítica 'Todos los días de mi vida'

Carlos Colón

29 de marzo 2012 - 05:00

Todos los días de mi vida. Comedia dramática/romántica, Francia-Reino Unido-EEUU-Brasil-Alemania-Australia, 2012, 104 min. Dirección: Michael Sucsy. Guión: Abby Kohn, Marc Silverstein, Michael Sucsy. Fotografía: Rogier Stoffers. Música: Michael Brook, Rachel Portman. Intépretes: Rachel McAdams, Channing Tatum, Jessica Lange, Scott Speedman, Sam Neill, Wendy Crewson, Lucas Bryant.

La pareja protagonista de esta película tiene un concepto original del romanticismo. Por ejemplo: ella sube las ventanillas del coche cuando él se tira un peo. Debe ser una interpretación extrema de aquello de beber los vientos por alguien. Y eso que se trata de una película cursilona, pretendidamente amable, exageradamente melodramática. No quiero ni pensar lo que se nos hubiera contado de esta pareja de memos con aerofagia si el realizador se hubiera puesto en plan duro.

El caso es que tienen un accidente y ella pierde la memoria. Pero sólo la reciente: no recuerda quién es su marido, pero sí sus padres, sus amigas de instituto y su antiguo novio. Los espectadores, en cambio, sí que recordamos el encuentro, el noviazgo, el matrimonio y la vida en común; porque el director nos martiriza contándolo en flashbacks que son como píldoras de azúcar que seleccionan los momentos más pegajosos de su relación. Hasta carreritas en cámara lenta.

Así que conflictos entre la pareja -ella no le recuerda ni le reconoce- y entre el marido y los padres -que no lo aceptan y quieren llevarse su hija con ellos-. Lo más divertido es que ella había roto con sus ricos padres porque querían que estudiara Derecho y fuera pija, mientras ella quería estudiar arte y ser bohemia. El golpe en la cabeza la devuelve a las leyes y al pijerío. Uno se pone de parte de los padres, naturalmente. No por adhesión al Tea Party, sino porque son Sam Neill y Jessica Lange y por lo menos saben actuar; cosa que no puede decirse de Channing Tatum (el marido) y en esta ocasión tampoco de esa apreciable actriz que es Rachel McAdams (la amnésica a tiempo parcial) pero aquí exhibe una al parecer inagotable galería de sonrisas, morisquetas y formas de arrugar la nariz.

La chica decide volver con el marido a quien no recuerda. Como todos son muy espontáneos y afectivos él y sus amigos la reciben con lo indicado para quien regresa a una casa que no recuerda y con un marido al que no reconoce tras sufrir una conmoción cerebral: con una fiesta ruidosa y multitudinaria. La cosa tiene los efectos presumibles. Una crisis. Que se resuelve cuando la mañana siguiente lo ve en cueros y percibe algo en él que le pone una sonrisa tonta en la boca. A partir de ahí tal vez pueda reconstruirse la relación. ¿Progre o pija? ¿Artista o abogada? ¿Bohemia o burguesa? La verdad es que su decisión nos importa un pimiento. Y lo peor es que parece que al director, también.

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