JAVIER COMESAÑA & RICARDO ALÍ | CRÍTICA

Esperanzas en el joven talento

Javier Comesaña y Ricardo Alí

Javier Comesaña y Ricardo Alí / D.S.

A pesar del desastroso estado en el que se encuentra la educación musical en España, con un modelo anclado en el siglo XIX y desvinculada absolutamente del mundo universitario, nos sigue asombrando el que vayan saliendo de los conservatorios artistas de la enorme valía que mostró anoche Javier Comesaña, un violinista de una asombrosa madurez como músico para sus jóvenes años.

Afrontó de memoria un programa muy exigente no ya en lo técnico, que también, sino especialmente en lo expresivo y en lo referente a la adaptación estilística. Para empezar, cuenta con un sonido brillante, de enorme limpieza, cristalino, de afinación perfecta en todo el diapasón y con sentido del color como recurso expresivo. Ya en la pieza de presentación, la adaptación de Kogan de la Sevilla de Albéniz, lució Comesaña su dominio de las dobles y triples cuerdas y de las diversas modalidades de ataques, con unos estupendos détachées. Siguió con la nada sencilla sonata nº 2 de Schumann, para la que optó por una articulación más densa, un sonido más oscuro y un fraseo lleno de acentuaciones y de efusividad emocional que se convirtió en puro lirismo gracias a su poético legato en el tercer tiempo. Aquí tuvo de su parte también el estupendo acompañamiento de Alí en una parte nada fácil que dominó de manera brillante.

Para la sonata D 574 de Schubert ambos optaron por una articulación más picada, menos vibrato y un sonido más transparente. Y de despedida la espectacular exhibición técnica de la Serenata andaluza de Sarasate.

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