Fábula de la hormiga que, queriendo ganar, pierde

ANT-MAN Y LA AVISPA: QUANTUMANÍA | CRÍTICA

Paul Rudd y Jonathan Majors en ‘Ant-Man y la Avispa: Quantumanía’.
Paul Rudd y Jonathan Majors en ‘Ant-Man y la Avispa: Quantumanía’. / D. S.

La ficha

** 'Ant-Man y la avispa: quantumanía'. Acción, EE UU, 2023, 125 min. Dirección: Paul Rudd, Evangeline Lilly, Michelle Pfeiffer, Michael Douglas, Jonathan Majors, Kathryn Newton, Bill Murray, William Jackson Harper, Katy M. O’Brian, Randall Park, Corey Stoll, Leonardo Taiwo, Paul Fairlie, David Bertucci, Milos Bindas, Clément Osty, Tianyi Kiy, Tony McCarthy. Guión: Jeff Loveness. Fotografía: Bill Pope.

Quizás nadie en la historia del cine, salvo Disney, haya sacado tanto jugo a su fondo de armario de personajes y mundos como Marvel. Y cuando en 2009 Disney compró Marvel los dos universos confluyeron. Ant-Man (que ha tenido varias encarnaciones) apareció por primera vez en los tebeos en 1962, en la televisión en versión de dibujos animados en 1966, en los videojuegos en 2012 y en el cine en imagen real (o casi) y con serie propia en 2015. Desde entonces ha protagonizado tres películas (Ant-Man, Ant-Man y la Avispa y esta Ant-Man y la Avispa: Quantumanía) dirigidas por el realizador de flojas comedias (A por todas, Abajo el amor, Separados, Di que sí) Peyton Reed que parece haber encontrado aquí su funcionariado.

Las dos primeras entregas (de momento: en Marvel todo tiene secuelas) de esta trilogía fueron simpáticas por su desenfado y ligereza. La tercera comete el error de tomarse más en serio a sí misma alineándose, afortunadamente sin perder del todo el humor, con los modos más pomposos, hinchados o pretenciosos del cine-tebeo. Y, queriendo ganar, pierde. Pero no es cosa de repetir aquí el error de la productora (más que del director, que en estas máquinas pocas decisiones toma) tomando más en serio de lo que se debe esta película. Lo mejor es dejarse llevar sin derramar el refresco o que se caigan las palomitas por esta historia sin muchos pies y poca cabeza y viajar junto a la familia protagonista al subatómico Reino Cuántico marveliano que -por aquello de su inagotable fondo de armario personajes y mundos- tiene sus raíces en el Microverse de las aventuras del Capitán América allá por 1942.

Las dos primeras entregas de esta trilogía fueron simpáticas por su desenfado y ligereza. La tercera comete el error de tomarse más en serio a sí misma

Como el Reino, todos los personajes -super villano incluido- tienen largas trayectorias en el universo Marvel. Hay bichos raros, rarísimos, y a veces no muy acertados en sus reconstrucciones por obra del maquillaje o los efectos digitales. Hay juegos de luces y decorados setenteros que huelen a los colorines del primer Tron. Y un tono general importado de La guerra de las galaxias. Todo, sí, algo setentón. El limón parece no dar más de sí. El fondo de armario parece deshacerse con rotos y descosidos tras tanto uso y abuso. Pero, asombrosamente, el limón seguirá exprimiéndose y dando jugo en taquilla, y el fondo de armario de personajes y mundos seguirá vistiendo con éxito el universo que con esta película entra en su quinta fase tras una treintena de largometrajes.

Lo más destacable del reparto, que encabeza el experto en películas-tebeo Paul Rudd con Jonathan Majors como convincente contrincante villano, es la presencia de tres veteranos -Michelle Pfeiffer, Michael Douglas y Bill Murray- de los que solo la primera (que junto a Douglas ya estuvo presente en los dos títulos anteriores) tiene un papel relevante. No es nueva en el cine-tebeo, pero hubo un momento, allá por los 90, en que era Cat Woman, sí, pero entre Katya Orlova y la condesa Olenska. O tempora…

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