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Cultura

Galván adapta 'La francesa' al escenario de Cajasol

  • La bailaora presenta su montaje en los 'Jueves flamencos'

Pastora Galván reinterpreta hoy en el ciclo de los Jueves flamencos su espectáculo La francesa, compendio de las visiones que ha acuñado la cultura gala de la mujer española y que la bailaora estrenó en la anterior Bienal de Sevilla.

Galván quería traer este montaje al Centro Cultural Cajasol porque opinaba que "poca gente lo ha visto, es un trabajo en el que me he esforzado mucho, y lo veo interesante y variado". En una primera definición de la obra, Pastora esboza algunas pinceladas. "Es flamenco, tiene sus partes picantonas, es salvaje", asegura la intérprete. Más tarde ahonda en ese retrato de la mujer fatal, fogosa y temperamental, que fascinó a Prosper Mérimée o a Pierre Louÿs, que ella perfila desde su perspectiva. "Me reflejo en varios personajes: la Carmen de Bizet, la Conchita de La mujer y el pelele...", enumera. El propósito es buscarle el alma a los estereotipos, sublevarse contra los clichés, en los que la bailaora no cree. "Cojo cómo los franceses veían a la mujer española y la pintaban de un modo que, precisamente, no se parecía a la mujer española", explica.

Galván adapta la propuesta a las pequeñas dimensiones del escenario de Cajasol. Sostiene que "hemos reducido el elenco para que se pueda trabajar mejor, pero por lo demás todo va a seguir casi igual". La variedad va a seguir caracterizando la dinámica de La francesa, en cuyo desarrollo se suceden "la soleá por bulerías, las bulerías, la soleá rondeña, un tema vasco que hago por tacones, y una zambra de Sabicas", entre otras piezas. Todo al ritmo trepidante con el que ella despliega las coreografías trabajadas junto a su hermano Israel. "Intento estar todo el tiempo en el escenario, tardo poquito en cambiarme para que no se vaya el entusiasmo del público. Y prefiero las piezas cortitas. A mí me gusta el flamenco, pero creo, sinceramente, que una soleá de veinte minutos agota".

Pastora habla de su oficio con humildad, desde una franqueza encomiable. "Me quedan por encontrar muchísimas cosas. No me gusto cuando me veo, me gustan todas las demás", declara. Confiesa que le encanta "aprender de la gente mayor. De pequeña, en la academia de mi padre, me metía en los camerinos para ver qué hablaban las mayores", rememora. Galván también valora la trayectoria de algunas compañeras. "Rocío Molina, Eva la Yerbabuena... De todo el mundo se aprende, todo el mundo tiene algo. Veo a Rocío Molina y me quedo alucinada, me cuesta asimilar todo lo que hace", apunta.

Sobre su hermano Israel, la bailaora asevera que "es un empujón tener a alguien cerca con tanto talento. Yo creo que él ya ha hecho historia", dice, negando con una sonrisa cualquier atisbo de celos. "A mí eso no me causa problemas, porque estoy muy orgullosa de él", concluye.

De su carrera, Galván elige la representación de La francesa en Montpellier, especialmente el momento en que interpreta el Rien de rien. "Ahí me descargo, es mi momento de furia, como si la bata de cola fuera mi enemiga", expresa.

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