Forte & García Lastra | Crítica

Lúdico paseo de siglos

José Forte y Susana García Lastra durante su concierto en los Venerables

José Forte y Susana García Lastra durante su concierto en los Venerables / P.J.V.

El viernes comenzó en el extraordinario órgano de los Venerables un ciclo que lleva el nombre del más ilustre organista nacido jamás en Sevilla, Francisco Correa de Arauxo. Para el segundo concierto, Susana García Lastra, que es ahora la responsable del magnífico instrumento construido por el taller de Gerhard Grenzig en 1991, se programó a sí misma junto al trompetista de la ROSS José Forte para un programa de puro divertimento. Música que combinó las transcripciones de conciertos barrocos con piezas románticas y contemporáneas, pero prácticamente todas de carácter ligero, cuando no directamente jocoso (la muy aplaudida y siempre resultona Toccata giocosa de Ian Hunt, por ejemplo).

Habría quizás que quitar de ahí la Passacaglia de Rheinberger, obra de apreciable densidad y robustas sonoridades románticas, y el In paradisum elegíaco del madrileño Carlos Paterson. Forte utilizó tres trompetas y aunque la piccolo que empleó para las piezas barrocas resultó de briosa brillantez, la igualdad de todas las notas no puede hacer olvidar el encanto y la sugerente irregularidad de una trompeta natural. Sí, Tartini, Vivaldi o el Padre Martini sonaron irreprochablemente pulidos, sin que ni los pasajes más virtuosísticos del arreglo bachiano de Vivaldi (ese Final endemoniado) le resultaran un problema al gran trompetista gallego, pero hay algo del espíritu de esas obras que se pierde irremediablemente con los instrumentos actuales.

El repertorio más moderno, tocado con otros modelos de trompeta, tampoco ocasionó dificultades a Forte, que supo dar el toque lírico al algo simple Adagio de Böhme y pasó como un saltimbanqui por el insustancial estudio de Goedicke. En el órgano, García Lastra pareció favorecer tanto en los acompañamientos como en las piezas en solitario las sonoridades nasales y oscuras de las lengüetas, así que cuando recurrió a los límpidos flautados el efecto contrastante resultó hermoso y pareció abrirse el cielo del paraíso. En una fantasía del barroco francés Thomas Babou, Lastra mostró igualmente que el instrumento de Grenzig está dotado de unos clarines de batalla tan transparentes y limpios como poderosos.

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