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Las cuatro hijas | Crítica

Laboratorio de emociones

Una imagen del documental tunecino nominado al Oscar.

Una imagen del documental tunecino nominado al Oscar.

Catapultada desde la sección oficial de Cannes a las mismas puertas del Oscar al mejor documental, esta cinta tunecina de Kaouther Ben Hania juega en esa división posmoderna que busca explícitamente la hibridación del documento y la ficción como experimento discursivo y ejercicio de terapia para una familia atravesada por la desaparición de dos de sus hijas como reclamo para la activación de su mecanismo narrativo y su proceso psicoanalítico.

Una familia de mujeres donde los hombres han sido un problema o a lo sumo un ejemplo más del machismo de la sociedad tunecina y donde se expone ahora, en un doble juego de recreación autobiográfica con actrices y actores añadidos y momentos de auténtica revelación frontal del dolor, todo ese recorrido vital que, lo sabremos poco a poco, dio con dos de las hijas en las cárceles libias por pertenecer al Estado Islámico.

Ben Hania interactúa así desde el otro lado de la cámara con la madre y las hermanas adolescentes que quedan en casa y les ayuda a revivir episodios más o menos traumáticos junto a las actrices y actores que interpretan a sus hermanas desaparecidas, al padre maltratador o a esa misma madre que, entre sollozos y risas nerviosas, va asumiendo poco a poco sus contradicciones, sus errores, sus inercias culturales o su ceguera a la hora de criar y educar a sus hijas.

El resultado tiene algo de filme de laboratorio que en muchas ocasiones encorseta la realidad en su juego de espejos. En otras, Las cuatro hijas consigue hacer aflorar emociones verdaderas y lágrimas furtivas tras las que se esconden las consecuencias de la deriva reciente de un país amenazado por el fundamentalismo islámico y sus retrocesos civiles. En ese entorno, la vitalidad, la sonrisa y la exultante belleza de estas hermanas queda como un destello de resistencia y modernidad casi inconsciente que permite pensar en un futuro sin velos ni hiyab.