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manuel rivas. escritor

"Literatura y periodismo han de actuar como espacios de 'almeiro' en el mundo"

  • El autor habla de su último poemario 'La boca de la tierra' (Visor), una poesía de naturaleza insurgente, y de los orígenes de su pasión por la escritura desde aquellas primeras historias

El escritor Manuel Rivas, en el Hotel De Francia y París de Cádiz días atrás.

El escritor Manuel Rivas, en el Hotel De Francia y París de Cádiz días atrás. / germán mesa

A su encuentro a esta entrevista, Manolo Rivas acude con poemarios, con sus libros de notas llenos de dibujos, con un ejemplar de Luzes, la revista que dirigen Rivas y Xosé Manuel Pereiro. Y con una pequeña retama de tojo, una flor espinosa de color amarillo que lleva a menudo a sus charlas: "Florece en invierno -explica-. Antes se usaba mucho para estiércol pero ahora no tiene uso y crece en desbandada". Más salvaje que nunca.

-Galicia es una presencia poderosa en toda su obra, ¿fue algo accidental pero inevitable o un movimiento consciente?

-Ni siquiera el hecho de escribir en gallego fue algo consciente. El gallego comenzó en mi vida como algo parecido a una lengua secreta, a un dialecto. En la escuela recuerdo varios episodios al respecto... Uno de ellos, un ejercicio logopedagógico, una especie de trabalenguas encaminado a neutralizar el acento: "Los pájaros de Guadalajara tienen el pico lleno de trigo". Seguramente haya desarrollado una relación afectiva con esa lengua, con esas palabras náufragas, "excéntricas", con las voces bajas de los pobres, con que a veces hubiera que desenterrar las palabras como tubérculos. Esas palabras heridas estaban deseando saltar a la boca. Después, ya piensas en términos de sociolingüística... Lengua materna es una expresión que me gusta, igual que no creo en patrias sino en matrias. Y creo que Galicia es un escenario que contiene el mundo... Me hice escritor por el oído, con los primeras historias que les oía contar a los mayores, historias que me dejaban tan pasmado que pensaban que era tonto: leyendas, chismes, la parroquia de los vivos y los muertos...

-Un antropólogo me decía hace poco que las historias de fantasmas surgen cuando se rompen las líneas de la necrópolis y la acrópolis. Y en Galicia siempre han estado muy mezcladas.

-Siempre. Y da para tanto: recuerdo una viñeta de Castelao que decía: "Murió de necrología". O uno de los últimos velatorios a los que fui en el que, tras escuchar a todo el mundo hablar de lo bueno que era el muerto y lo mucho que había sufrido, una vieja replicó: "¡Pues peor es lo mío!" (risas); una especie de orgullosa miseria del pensamiento. Para mí, no tiene que ver con el realismo mágico: es realismo. En todo caso, puntismo mágico. Además, creo que hay cierto etnocentrismo cuando empleamos la expresión "realismo mágico", como decir: ahí están ellos, los periféricos, los exóticos, con sus magias y su creencia en lo sobrenatural, pero aquí escribimos de cosas serias.

-Se cumplen 15 años del Prestige. Hace poco más de un mes ocurrieron los terribles fuegos de Galicia.

-Realmente, es el titular que hemos escogido en Luzes: El Apocalipsis no fue televisado. Algo muy grave, sobre todo desde la televisión pública, porque al retransmitir también se podía ayudar. Cuando hablamos de conceptos como calentamiento global o cambió climático, parecen términos muy neutros, pero en realidad es un ejercicio de extrema violencia sobre la naturaleza, un estado de guerra constante. Cuando el Prestige, yo recuerdo que nos tocaba un vertido o un desastre por año en la costa... En el fondo marino, los lugareños son capaces de señalarte perfectamente el antes y después de cada accidente. Están las zonas de almeiro (de vida, de cría) y las marcas de miedo: dicen que los peces no tienen memoria pero allí donde ha tenido lugar un vertido o se ha pescado con dinamita, no se acercan. En este mundo, lo que está pasando es que se está expandiendo la marca del miedo y extinguiendo el almeiro.

-Algo en lo que participamos todos, me temo.

-En ese sentido, la literatura y el periodismo han de procurar actuar de espacios almeiro para las palabras. No puedes obviar las marcas del miedo pero, por ello precisamente, la literatura es un espacio de lucha. Yo no soy capaz de situar esas dos desgracias como algo separado. La tarea del periodismo y literatura es establecer las conexiones y las causalidades. ¿Por qué Galicia? Cuando intentas encontrar una respuesta, lo único que te encuentras son muchas mentiras. ¿A cuántos han detenido por incendios estos años? ¿Por qué se quema? Max Aub decía que todos los grandes problemas en el fondo son problemas culturales, y estoy de acuerdo. Luego está la expulsión de la gente del campo: Galicia tiene la mitad de explotaciones ganaderas de hace diez años.

-Se podrían haber potenciado otras alternativas.

-Es el lugar perfecto para la agricultura ecológica, si se quisiera. La brújula está rota. Cuando se produce un vacío, se llena de cosas malas.

-De maleza.

-De maleza, de vileza, exacto.

-Ha estado relacionado activamente con el ecologismo. Cosa que veo muy coherente con la vinculación a un lugar, más allá de cualquier patriotismo.

-Sí, esos que dicen ser ciudadanos universales lo son de aeropuertos. Cosmopaletos.

-Quizá me pueda decir cómo se pueden explicar desde la izquierda los nacionalismos.

-No me gusta nada la palabra nacionalista sino internacionalista. Los nacionalistas que conozco no consideran una contradicción decirse internacionalista. Intento encontrar una respuesta a lo que pasa, en cualquier caso, y creo que existe un hambre de comunitarismo. Cuando decimos que los nacionalismos han provocado los grandes desastres del siglo XX, hablamos de nacionalismos expansivos. No creo que Islandia causara muchos estragos. Creo que tenemos una necesidad de comunitarismo en una sociedad que ha subrayado tanto el individualismo: se han destruido espacios comunitarios como los que yo conocí de joven, por ejemplo, y tenemos un cierto desamparo de huérfanos: lo digo creyendo en el individuo y en la libertad apasionadamente. Habría que replantearlo todo desde abajo, desde la humanidad. Hay que desmontar las palabras del odio y darle importancia a otras. Las guerras las crean las palabras hostiles.

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