Maese Pérez prepara el órgano en Santa Inés

Bécquer, 150 años

El autor de 'Rimas y leyendas' fue un notable periodista que asistió al fracaso de su ideario político

El célebre retrato de Gustavo Adolfo Bécquer que le hizo su hermano Valeriano.
Reproducción parcial del célebre retrato de Gustavo Adolfo Bécquer que le hizo su hermano Valeriano. / D. S.

Sevilla/El aniversario de la muerte de Gustavo Adolfo Bécquer siempre coincide con el día de la Lotería. Nacido el 17 de febrero de 1836 en Sevilla, muere en Madrid el 22 de diciembre de 1870. El mismo año que se llevó a Dickens, Próspero Merimée y Alejandro Dumas. Nombres fundamentales en la conformación de un imaginario cultural, de mitos como Carmen la cigarrera, Oliver Twist o los tres Mosqueteros.

Este martes se cumplen 150 años de la muerte de Bécquer. La coincidencia con la Lotería es una paradoja en un hombre perseguido por el infortunio. "Su mala salud, las amarguras de su matrimonio y el fracaso de su ideario político aceleraron sin duda tan prematuro final", escribe Rogelio Reyes en la introducción del libro Gustavo Adolfo Bécquer. Escritos sobre Sevilla de la colección Sevilla Lee que editó el Ayuntamiento en colaboración con la Academia Sevillana de Buenas Letras.

Bécquer, la lotería y las terminaciones. El número 68, por ejemplo. La Revolución Gloriosa de mayo de 1868 desbarató sus simpatías políticas. Sin embargo, se vio fatalmente unido a uno de los promotores de ese levantamiento que destronó a Isabel II. Cinco días después de la muerte de Bécquer, el general Prim sufrió un atentado de cuyas secuelas falleció tres días después, el 30 de diciembre de 1870.

Los 150 años de la muerte de Bécquer cogen a su ciudad entre dos ediciones consecutivas de la Semana Santa y la Feria suspendidas por la pandemia. El poeta ejerció el periodismo y fue cronista de ambas manifestaciones. En una puerta lateral del Alcázar, en el paseo Catalina de Ribera, hay dos placas que simbolizan un cartel de Fiestas Primaverales. Semana Santa y Feria unidas por sendos azulejos. El primero recuerda el regreso a su templo de la Virgen de la Candelaria el 1 de noviembre de 1992, veinte días después de la clausura de la Expo, de regreso de la exposición Magna Hispalensis. El segundo fue colocado en diciembre de 1970, en el primer centenario de la muerte de Bécquer. "Estos Jardines donde se implantó la Feria sevillana inspiraron a Gustavo Adolfo Bécquer uno de sus más notables artículos de costumbres, el titulado La Feria de Abril".

El citado libro con notas de Rogelio Reyes incluye sendas crónicas de Bécquer sobre ambas fiestas de la ciudad. Pondera la fama de la Feria de Sevilla, "fama que se acrecienta de día en día y de la que son claro testimonio la infinidad de viajeros que acuden a ella, procedentes de todas las provincias de España y de las principales naciones europeas". En cuanto a la Semana Santa, hace una comparación entre las de Sevilla y Toledo, por la que se decanta por la mayor presencia de la tradición.

Las terminaciones le jugaron una mala pasada a Bécquer, como le ocurriría más tarde a Antonio Machado. Los dos se casaron con sorianas. El centenario del nacimiento de Bécquer coincidió con el primer año de la Guerra Civil (en propiedad, tuvo lugar un día después de las elecciones generales de febrero del 36); Antonio Machado muere el año que termina la guerra y el centenario de su nacimiento coincidió con el año de la muerte de Franco. Otros ilustres sevillanos murieron también un 22 de diciembre, el día de la Lotería: el escultor Antonio Susillo, que vivió obsesionado con la figura de Bécquer, se quitó la vida en 1896; el escritor Juan Antonio Cavestany muere el 22 de diciembre de 1924.

En el número 28 de la sevillana calle Conde de Barajas sigue la placa de la casa natal de Gustavo Adolfo Bécquer. Otro vínculo con Machado. Uno nace en una calle con el nombre de un conde que desecó la Alameda de Hércules; el otro nació en el palacio de una duquesa. El cine Bécquer es ahora un supermercado DIA. El IES Bécquer está en la calle López de Gomara, en el Tardón, junto a la calle donde se criaron Isabel Pantoja y los Morancos.

Fernando Ortiz, sevillano de la misma barriada de San Lorenzo, escribió La estirpe de Bécquer. Considera al poeta un precursor de los simbolistas y a éstos faros fundamentales de la Generación del 27. En su libro Apuntes autobiográficos y otros papeles, Fernando Ortiz recuerda su participación en 1990 en un congreso sobre los hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer en el monasterio de Veruela en el que coincidió con uno de los mayores especialistas en la obra del autor de las Rimas, el profesor Edmund L. King, de la Universidad de Princeton.

Existe otro curioso nexo entre Bécquer y la Generación del 27. El poeta muere en el mismo bloque de la calle Claudio Coello de Madrid, en el barrio de Salamanca, donde nació la madre María de la Purísima, que cogió el testigo de Ángela Guerrero en las Hermanas de la Cruz. El poeta sevillano murió en Madrid; la monja madrileña ejerció y falleció en Sevilla, en el convento que había sido palacio donde nació el poeta y ganadero del 27 Fernando Villalón.

Sin procesiones ni casetas, al menos los 150 años con / sin Bécquer han coincidido con el centenario del nacimiento de su más fino estudioso y biógrafo, Rafael Montesinos. Dos poetas sevillanos desterrados en Madrid unidos por la calle Santa Clara. La calle donde el 30 de septiembre de 1920 nace Montesinos y en la que vivía la joven a la que Bécquer reconoció en la inauguración del puente de Triana o de Isabel II del que da cuenta en su diario, con fecha de 23 de febrero de 1852, recién cumplidos los 16 años.

Bécquer. Biografía e Imagen fue el resultado del trabajo de Rafael Montesinos. Libro sobre un poeta sevillano que salió de dos imprentas: en San Sebastián los grabados y el texto en Barcelona. La tela de la obra vino de Inglaterra y el papel de sobrecubierta de Italia. Un trabajo que no hubiera sido posible sin la ayuda de su amigo el editor catalán Ramón Juliá, para quien antes había publicado dos antologías, una de Poesía taurina contemporánea, y Suma Taurina, primer libro publicado por Alberti en España. La idea del libro de Bécquer le surgió a Montesinos al recibir de su amigo Jean Cocteau un ejemplar de la obra Images. En el verano de 1959 concibió esta idea de álbumes ilustrados sobre poetas españoles. Su idea era empezar con Federico García Lorca, pero se impuso el paisanaje.

En un texto que publicó en 1986 (150 años del nacimiento de Bécquer) y que aparece en Los años irreparables y otras prosas autobiográficas (El Paseo) cuenta Montesinos que decidió empezar con Bécquer porque los dos se habían bautizado en la pila de San Lorenzo y porque de adolescente había utilizado unas rimas del poeta para leérselas "a mi primera novia sevillana, que por cierto no era sevillana". Quiso la casualidad que una nieta de Valeriano Bécquer, el hermano pintor del poeta, su gran protector, Julia Senabre Bécquer, vivía a escasa distancia del poeta de Santa Clara. En esa casa encontró Montesinos tres dibujos inéditos de Gustavo Adolfo.

Como Cansinos-Assens y Chaves Nogales, Bécquer se dedicó al periodismo pero también escribió libretos de zarzuela, fue editor de libros y revistas, pionero de la fotografía, censor de novelas… De una generación posterior a la de Fernán Caballero y Blanco White, con la primera comparte enterramiento en el Panteón de Sevillanos Ilustres, en la iglesia de la Anunciación, donde llegaron sus restos desde Madrid el 10 de abril de 1913. Modernizó la poesía en tiempos donde todo se modernizó. Un año después de su nacimiento, en 1837, se estrenó el primer ferrocarril español, aunque había que coger el barco para probarlo, porque el estreno tuvo lugar en la Cuba española. La mejor forma de homenajearlo es leerlo, ir a la misa del Gallo a Santa Inés por si vuelve a sonar el órgano de Maese Pérez o desde el parque del Alamillo, donde una escultura evoca su memoria, ver a través del río el monasterio de San Jerónimo, catedral del Romanticismo que aparece en su leyenda La Venta de los Gatos, que siglo y medio después de su muerte suena a alegato contra la desidia, el abandono y la indiferencia apenas mitigada por la fanfarria de los oropeles.

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