El espléndido clavecinista Yago Mahúgo volvió a Sevilla y al Femàs, esta vez acompañado formando parte del grupo Impetus. Atractivo programa el seleccionado -del que deshojaba interesantes detalles en la entrevista que le hizo Pablo Vayón el domingo pasado-, pues estaba constituido por piezas de clavecín de Rameau con el acompañamiento de un violín y una viola de gamba como bajo continuo.

No es el brillo y el color lo que caracteriza precisamente el sonido del violín de Pablo Gutiérrez, quien parece querer rehuir tanto del vibrato que hace que el instrumento suene con sequedad y con poca presencia de volumen en muchas ocasiones. Ello no quita para que sus interpretaciones alcanzasen altas cotas de calidad en materia de fraseo y de agilidad, así como en lo referente a la ornamentación, muy a la francesa. Estuvo especialmente inspirado en piezas lentas, enunciadas con languidez y elegancia, sin forzar el legato. Estupendo también su staccato en La Lapouplinière, marcando adecuadamente los contrastes articulatorios.

Como decía el propio Rameau, estas piezas son susceptibles de ser tocadas con el clave en solitario, tal es la entidad otorgada a esta parte. Mahúgo así lo dejó claro con una interpretación sobresaliente en la que el fraseo mostró innumerables matices de acentos y de tempo a la vez que sacó partido de los colores de su bello Taskin, como ese registro de laúd en La Boucon. Abrió plaza con un Coulican de línea entrecortada y en el que marcaba de forma expresiva los silencios, para continuar con una lección de elegante rubato en La Livri. El fraseo se volvió envolvente y ondulante en La Timide, para revestirse de ropajes solemnes y cortesanos con el ritmo apuntillado de La Pantomime. Divertido juego de disonancias en el autorretrato La Rameau, quizá un guiño a las críticas a su tratado de armonía. Discreta y correcta Cabello.